En los últimos años ha aumentado el interés por documentar y analizar la participación de las mujeres en diversos contextos, siendo la vivienda uno de los principales. Más allá de las descripciones vinculadas al rol de género del que participan las mujeres al interior de las viviendas, este ensayo busca describir, a partir de datos publicados en la Encuesta Nacional de Vivienda 2020, algunas de las características de la vivienda en alquiler y su relación con el género.
Debido a las medidas de confinamiento por la pandemia de la COVID-19 y las transformaciones sufridas en varios sectores laborales –que han resultado en un vuelco hacia el trabajo remoto–, se han modificado algunas de las necesidades habitacionales en ciertas áreas de las ciudades.
En la Ciudad de México, por ejemplo, esto puede observarse con solo caminar por algunas calles de las alcaldías centrales, donde los letreros de “Se renta” ya son parte del paisaje desde hace varios meses; van de los más simples hasta aquellos que se anuncian con especificaciones más exquisitas: “Se renta a pareja joven (con un hijo, máximo)”, como se lee en la ventana de un edificio en la colonia Nápoles.
El anuncio puede pasar desapercibido entre decenas, pero cuando nos adentramos en las prácticas de las y los propietarios para seleccionar a quién rentar, caemos en cuenta de que hay diversos factores que influyen en la capacidad para acceder a una vivienda en alquiler.
¿Qué tanta dificultad experimentan ciertos perfiles para acceder a este servicio? ¿Qué pasa en los escenarios donde quien solicita es una persona soltera con un hijo o hija? ¿Hay alguna diferencia si dicha persona es un hombre o una mujer? Y si es una persona indígena o de la comunidad LGBTTTIQ+, ¿el acceso será igualitario?
La respuesta seguramente tendría varios matices y cualquiera podría percatarse de que, bajo los escenarios actuales, el acceso a la vivienda en renta es desigual. Es entonces que vale la pena cuestionarse cómo son sus condiciones en materia de género, porque si hablamos de desigualdades, la vivienda está en el centro de diversas estructuras que las reproducen e intensifican. La brecha de género puede pensarse, entonces, desde estas dimensiones.
Se debe recordar que en México no existe una ley federal sobre el alquiler, especialmente porque en las últimas décadas las políticas públicas sobre vivienda en nuestro país –y en general en América Latina– han estado dirigidas a la propiedad de la vivienda, esto como resultado de la formalización masiva de asentamientos informales y la creación de vivienda de interés social en las periferias urbanas (Gilbert, 2001). Es por esta razón que cada entidad acuerda cómo normar la relación entre las y los propietarios-inquilinos, por lo que esta norma varía según el lugar o la ciudad de que se trate.
Por ejemplo, en la Ciudad de México, esta regulación se establece en el Código Civil, el cual vela por la relación entre particulares –tanto las y los propietarios como las y los inquilinos–, sin entender la forma en que esta relación tiene un impacto en la ciudad y en lo colectivo. Así, la persona propietaria puede hacer selección de distintos perfiles de solicitantes; aquellos que en teoría son “más productivos y menos propensos a perder poder adquisitivo” son más idóneos, porque hay menor posibilidad de impago o abandono. En este contexto, las mujeres jefas de hogar tienen desventaja en el mercado habitacional del arrendamiento.
Pese a lo anterior, y de acuerdo con Gilbert (2010), las mujeres dependen más de la vivienda en alquiler que los hombres, “debido a que los hogares de mujeres cabeza de familia suelen tener ingresos más reducidos”, y a que las condiciones laborales (inestables e informales) no permiten el acceso a crédito con facilidad. Esto es así porque, como lo explica Caroline Moser (1995), son las mujeres de sectores bajos quienes realizan una triple jornada: de labores productivas, reproductivas y de gestión comunitaria; esta última vinculada a la coordinación de los servicios necesarios para la vivienda.
Los datos de la Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [Inegi], 2021) respecto a las jefas de hogar que alquilan su vivienda, frente a los jefes de hogar en México, muestran que en todas las entidades de la república el porcentaje es menor. Incluso en las entidades donde hay más mujeres jefas de hogar en las viviendas en alquiler, este no supera 40% (que es, por cierto, el caso de la Ciudad de México; ver Gráfica 1).
Lo anterior cobra especial importancia cuando se resalta que los datos de la vivienda en propiedad siguen siendo desalentadores en materia de género. De acuerdo con el Reporte Anual de Vivienda 2021 (Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores [Infonavit], 2021), “55.1% de las viviendas propias contabilizadas en 2020 le pertenece a un hombre, [mientras que solo el] 34.9% a una mujer”, lo que implica que, como cabezas de hogar, las mujeres siguen teniendo una participación menor en el control de la tenencia de la vivienda, tanto en renta como en propiedad.
En materia de política pública, este fenómeno resulta relevante, porque las mujeres tienen un rol fundamental en las trayectorias de vida de las familias como resultado tanto de la división sexual del trabajo1 (Instituto Nacional de las Mujeres, s/f) como del sistema heteropatriarcal. Esto provoca que la responsabilidad de la organización y mantenimiento de la vivienda recaiga en las mujeres, pero no necesariamente su control; por lo que, ante escenarios de rupturas o conflictos del núcleo familiar, existe una desprotección predominantemente jurídica que impacta negativamente a varios miembros del hogar, especialmente a las mujeres y sus dependientes directos.
Respecto de la informalidad del arrendamiento, los datos de la ENVI 2020 constatan la existencia de una fuerte tendencia a que los hogares arrendados con jefatura femenina estén expuestos a habitar sin un contrato vigente (ver Gráfica 2).
Como puede observarse, esta problemática adquiere especial importancia en varias entidades de la región del sur-sureste del país, donde los porcentajes de viviendas en renta sin contrato vigente son mayores en los hogares con jefatura femenina.
De acuerdo con un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre las mujeres y el derecho a una vivienda adecuada, son ellas quienes suelen tener mayores problemas ante escenarios negativos respecto de la vivienda:
[Por ejemplo] los desalojos forzosos también suelen afectar mucho más a las mujeres debido al papel que desempeñan en la casa y a su mayor contribución y compromiso por lo que respecta al mantenimiento del hogar. Las mujeres no solo sufren como consecuencia de la pérdida de su vivienda, sino también por la pérdida de sus medios de subsistencia, sus relaciones y sus sistemas de apoyo (2012).
Según los datos de la ENVI 2020, 51.4% de los hogares mexicanos renta porque no tiene acceso a crédito o no tiene recursos para acceder a la vivienda en propiedad. Ahora, aunque esta respuesta fue más predominante en los hogares donde la cabeza de familia es mujer (dos puntos porcentuales más), vale la pena resaltar que no en todas las entidades de la república el escenario es el mismo. En los estados de Guanajuato y Guerrero, las jefaturas masculinas que rentan por falta de acceso a crédito o de recursos es mayor que el porcentaje de las mujeres; e, incluso, en el caso de Guerrero, el porcentaje de jefas de hogar que rentan por la facilidad de mudarse al cambiar de ciudad o empleo es considerablemente mayor que el de hombres en la misma entidad (14.2% frente a 22.3%).
Lo anterior es de llamar la atención, pues permite reflexionar sobre otros caminos en el acceso a la vivienda. Si bien es común pensar que para las mujeres la búsqueda por la propiedad de la vivienda es un factor fundamental de sus estrategias –derivado de su rol de cuidados tanto dentro como fuera del núcleo familiar–, también es necesario pensar el rol que desempeña la vivienda en alquiler en sus trayectorias de vida y el impacto que tiene en sus estrategias de independencia tanto económica como social.
Reflexiones finales
En resumen, es trascendental revelar y analizar los datos sobre vivienda y suelo con enfoque de género, pues permite dar cuenta de las diferencias en el control y las condiciones de la tenencia de la vivienda. Asimismo, es importante porque ayuda a evitar los reduccionismos que terminan por favorecer las desigualdades existentes al hacer generalizaciones y reproducir estereotipos.
Por último, si bien los datos pueden ser interpretados de manera general, es relevante poder reconocer de manera cualitativa las prácticas de las mujeres para acceder a la vivienda: cuáles son sus expectativas del alquiler y cómo impactan estas decisiones en las trayectorias familiares, pero sobre todo en las individuales.
Acercarse con mirada crítica al acceso a la vivienda permitirá entender que las políticas de vivienda con perspectiva de género no deben ser asistencialistas ni favorecer la reproducción de los estereotipos de género. Es necesario construir políticas y programas que faciliten las labores de cuidado, pero sobre todo que permitan disminuir las brechas de desigualdad.
Los datos son esenciales, pero su interpretación adecuada es fundamental para la toma de decisiones.
Notas
1 De acuerdo con el Glosario para la igualdad, del Instituto Nacional de las Mujeres, “la división sexual del trabajo se refiere a la manera en que cada sociedad organiza la distribución del trabajo entre los hombres y las mujeres, según los roles de género establecidos que se consideran apropiados para cada sexo”.
Referencias
Gilbert, A. (2001). La vivienda en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo.
Gilbert, A. (2010). Propiedad de vivienda, alquiler y microfinanciamiento: implicaciones de la crisis subprime para las personas de escasos recursos en las ciudades pobres. En C. Escallón, Arrendamiento y vivienda popular en Colombia como alternativa habitacional (p. 39). Universidad de los Andes.
Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (2021). Reporte Anual de Vivienda 2021. Infonavit.
Instituto Nacional de las Mujeres (s/f). Glosario para la igualdad. https://bit.ly/3DzzODx
Moser, C. (1995). Planificación de género y desarrollo. Teoría, práctica y capacitación. Flora Tristán Ediciones.
Organización de las Naciones Unidas (2012). Las mujeres y el derecho a la vivienda adecuada. Naciones Unidas, Derechos Humanos.
Organización de las Naciones Unidas (s.f.). Elementos de una vivienda adecuada. https://bit.ly/3clOGJI