En este texto se reflexiona sobre la necesidad de transitar desde el concepto tradicional de resiliencia urbana hacia uno de resiliencia evolutiva, entendido como un proceso continuo de adaptación y transformación de los territorios. Esto debido a que, al menos en la realidad de las ciudades latinoamericanas y del Caribe, regresar a la situación prevaleciente antes de cualquier perturbación es cuestionable, en particular si antes de un evento perturbador en un barrio o ciudad prevalecían condiciones de pobreza y desigualdad.
A lo largo de las últimas décadas, el concepto de resiliencia ha ganado relevancia como elemento esencial para transitar hacia un desarrollo sustentable. Entre otros, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 11 de la Agenda 2030 se centra en lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, mientras que el ODS 13, sobre cambio climático, incluye como meta el fortalecimiento de la resiliencia y la adaptación a los riesgos climáticos, así como a los desastres asociados a fenómenos naturales (ONU, 2015).
Por su parte, la Nueva Agenda Urbana (NAU) fomenta “fortalecer la resiliencia de las ciudades y los asentamientos humanos” a través de la planeación, creación de infraestructura, desarrollo de políticas y planes integrados, inclusivos y basados en los ecosistemas (ONU-Habitat, 2016). Considerando este contexto, es vital entender el rol de resiliencia en materia de vivienda y los retos que México enfrenta para su fomento. Este ensayo busca contribuir a dicha reflexión, explorando el concepto de resiliencia, su relevancia en materia de vivienda y los retos para su promoción en México.
Resiliencia: limitaciones de las perspectivas ingenieril y ecológica
La resiliencia es usualmente entendida como “la capacidad de un sistema para volver al equilibrio después de una perturbación” (Davoudi et al., 2012). Esta perspectiva ingenieril1 se centra en la capacidad y velocidad de regresar al equilibrio previo a cualquier perturbación; es decir, en recuperarse (en inglés, bounce back). La resiliencia también es usualmente entendida como “la magnitud de la perturbación que puede ser absorbida antes de que el sistema cambie su estructura” (Hollings, 2013, citado por Davoudi et al., 2012). Bajo esta segunda perspectiva ligada a la ecología, la atención está puesta en la capacidad de persistir y adaptarse. En este sentido y a diferencia de la primera, reconoce la existencia de más de un estado de equilibrio, por lo cual se concibe la posibilidad de poder lograr un nuevo equilibrio o rebotar (en inglés, bounce forth) (Davoudi et al., 2012).
A pesar de sus diferencias, Davoudi et al. (2012) observan que ambas perspectivas están basadas en la idea de sistemas en equilibrio. En línea con lo anterior, Davoudi (2019) señala que estas conceptualizaciones han conllevado a pensar la ciudad resiliente como aquella que es capaz de regresar a, o lograr un nuevo estado de equilibrio, ya sea hacia atrás o hacia adelante (bounce back or bounce forth). Más aún, señala que dicha conceptualización está asociada a una perspectiva newtoniana del universo; es decir, como un dispositivo mecánico ordenado, el cual puede ser predicho y controlado, fomentando procesos de ordenamiento liderados por expertos e implementado de arriba hacia abajo.
La crisis climática es un desafío mayúsculo para las ciudades mexicanas y el concepto de resiliencia evolutiva emerge en el sector vivienda en México como idóneo para enfrentarlo, ya que nos orienta a centrarnos en una adaptación constante y en procesos flexibles y ágiles de planeación urbana.
El problema con este tipo de conceptualización de la resiliencia es que, en muchos casos, es cuestionable el hecho de regresar a una situación previa a un evento o desastre asociado a fenómenos de origen natural —como huracanes, inundaciones y sismos— o antropogénicos —como la contaminación ambiental y los incendios provocados por el ser humano—. Ello, porque las condiciones de vida en las ciudades de parte importante de la población en América Latina y el Caribe (ALC) están marcadas por desafíos en materia de pobreza, inequidades socioespaciales y modos de gobernanza urbana excluyentes. De acuerdo con el Informe Metropolitano Panamericano (Metropolis, 2022), ALC es la segunda región más desigual del planeta y la pandemia por la COVID-19 ha exacerbado esta situación: a causa de esta se concretó un retraso de 12 años en pobreza. Además, la región presenta necesidades crecientes de vivienda: existen importantes déficits cuantitativos y cualitativos habitacionales, generados particularmente por los cambios societales y demográficos, así como los nuevos flujos migratorios.
Por otro lado, las ciudades de ALC enfrentan el desafío de la informalidad del suelo, la cual conlleva, en muchos casos, al desarrollo de asentamientos humanos, generalmente en las periferias urbanas, y caracterizados por la disminución, ausencia o mala calidad tanto de los equipamientos como de los servicios públicos vitales para una vida de calidad en las ciudades. Todos estos desafíos urbanos hacen incoherente buscar el regreso al estado anterior después de cualquier perturbación como una inundación o un sismo. Por otro lado, la perspectiva ecológica de rebotar o bounce forth también aparece inadecuada, considerando que las dinámicas de las ciudades, y en particular las de los asentamientos informales en ALC, son animadas por procesos de transformación dinámicos y continuos, los cuales tienen muy poco que ver con estados de equilibrio.
Resiliencia evolutiva: conceptualización y relevancia en materia de vivienda
En contraste con las perspectivas antes mencionadas y que Davoudi (2019) denomina como “equilibristas”, la conceptualización de la resiliencia desde una perspectiva evolutiva se basa en la idea de procesos continuos de adaptación y transformación como respuesta a los choques acumulados. El mismo autor enfatiza que esta perspectiva se relaciona con una visión del universo como complejo e impredecible, y las ciudades como conformadas por ciclos adaptativos y heurísticos anidados a diferentes escalas, velocidades y plazos. De acuerdo con Davoudi, esta conceptualización es más adecuada a las ciudades y sus dinámicas, ya que lo que se busca no es regresar al equilibro antes de un evento perturbador o lograr un equilibro futuro, sino generar procesos de adaptación constantes. Cabe destacar que, bajo esta perspectiva, la planeación sigue siendo clave, ya que es necesaria para prepararse y responder a los choques, así como para desarrollar capacidades de adaptación de largo plazo. No obstante, la planeación requiere ser ágil e inclusiva, y acoger la incertidumbre, permitiendo ajustes a lo largo del camino para aprovechar las oportunidades de transformación que se presenten.
Considerando lo anterior, la resiliencia evolutiva emerge como un concepto altamente relevante en materia de vivienda. Por un lado, esta conceptualización puede ser fructífera en la reflexión sobre los asentamientos precarios o informales, así como su mejoramiento. Este tipo de asentamientos está mayoritariamente conformado por viviendas con graves carencias de habitabilidad, y caracterizado por la falta o mala calidad tanto de servicios públicos como de equipamientos urbanos. Por ello, el regreso a un estado anterior a una perturbación sería incongruente.
Por poner un ejemplo, la unidad habitacional El Coloso, construida por el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) durante la década de 1970 en Acapulco de Juárez, México, presenta grandes retos en materia de vivienda y hábitat, incluyendo la escasez y mala calidad del agua (Cortés, 2020). En este caso, adoptar una perspectiva de resiliencia ingenieril, es decir, centrarse en regresar a una situación antes de una perturbación —como pueden ser los huracanes y los sismos que ocurren en Acapulco— sería regresar a condiciones de precariedad. Asimismo, la resiliencia evolutiva permitiría abandonar la idea de lograr un futuro estado de “equilibrio” en El Coloso y, en cambio, centrarse en desarrollar y sostener procesos de adaptación y transformación constante que permitan enfrentar los desafíos presentes y futuros, incluyendo la crisis climática.
Por otro lado, la resiliencia evolutiva emerge como clave con relación a la construcción de vivienda nueva y, en última instancia, a procesos de expansión urbana. Dicho concepto orienta hacia procesos de planeación flexibles y ágiles, así como a patrones de gobernanza que sostengan los ciclos adaptativos y heurísticos, articulando diferentes escalas, velocidades y plazos. Este abordaje es relevante considerando los complejos y dinámicos procesos de desarrollo urbano en la región, los cuales demandan mecanismos e instrumentos maleables en relación con la diversidad de realidades de los barrios —en particular con aquellos precarios o informales—, y ágiles para enfrentar los rápidos cambios que se experimentan en las ciudades, como la expansión urbana.
Retos para promover una resiliencia evolutiva en México
La promoción de este tipo de resiliencia evolutiva en México enfrenta tres desafíos centrales. El primero de ellos se relaciona con las prácticas de planeación imperantes en el país, las cuales se caracterizan por enfoques positivistas y legales centrados en la elaboración de planes reguladores, así como en la implementación de instrumentos de zonificación para controlar el desarrollo urbano (Galland, 2018). Estas prácticas se relacionan más con una perspectiva de resiliencia desde la ingeniería (entendimiento del espacio y universo como dispositivo mecánico ordenado) y no adaptativa (el universo es complejo e impredecible). En este sentido es crucial repensar y transitar hacia prácticas de planeación adaptativa y, en particular, aquellas orientadas a la construcción de vivienda y el mejoramiento de barrios precarios o informales.
El segundo desafío se relaciona con la función social del suelo, entendida como el “principio que regula el uso del derecho de propiedad a favor del interés público, a partir del uso, formas de acceso y distribución del suelo entre los diversos sectores de la sociedad” (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano [Sedatu], 2020). Si se considera que la resiliencia evolutiva se relaciona con procesos de planeación integrales e inclusivos, el tema del suelo es central y estratégico. Más aún, se hace evidente la necesidad de reconocer la función social y ambiental de la tierra. En este sentido, a pesar de estar presente en marcos legales de muchos países latinoamericanos, el reconocimiento de la función social de facto sigue siendo un desafío. Reconocer el derecho al acceso a servicios, a la vivienda adecuada y la infraestructura urbana es un primer paso para minimizar riesgos en los asentamientos precarios e informales, por ejemplo; y eso solo es posible teniendo bases legales robustas que viabilicen intervenciones físicas en territorios donde la propiedad no está claramente definida, una característica muy común y prevalente en nuestras ciudades.
Además, es de resaltar que, en materia de función social del suelo, el aprovechamiento máximo de espacios vacantes y ociosos representa una gran oportunidad para ampliar la oferta de suelo para vivienda social, que pueda acomodar necesidades de reasentamiento por temas de riesgos y por la presión que generan los cambios demográficos y de composición de hogar que resultan en crecientes necesidades habitacionales. En este sentido, adoptar planes urbanos incluyentes y holísticos que cuenten con instrumentos de gestión del suelo puede generar oportunidades robustas para incrementar los ingresos de las ciudades, a través de mecanismos de financiación basados en la tierra, bajo un modelo de captura de plusvalías y reparto equitativo de cargas y beneficios.
Finalmente, el tercer desafío se relaciona con el devenir de las ciudades pequeñas y medianas. Parte importante tanto de la reflexión como de las iniciativas en torno a la resiliencia están concentradas en las grandes ciudades del país, incluyendo la Ciudad de México. No obstante, las ciudades de menos de un millón de habitantes son claves para enfrentar el cambio climático. De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2014), se espera que el crecimiento urbano en las próximas décadas se concentre en las ciudades de menos de un millón de habitantes; no obstante, estas tienen instituciones débiles y cuentan con escasos recursos financieros y humanos. Por lo anterior, es vital reflexionar y desarrollar abordajes desde la resiliencia evolutiva que sean adecuados a las situaciones de dichas ciudades, así como asociados a las experiencias existentes en materia de resiliencia.
Sin lugar a duda, la crisis climática es un desafío mayúsculo para las ciudades mexicanas y el concepto de resiliencia evolutiva emerge en el sector vivienda en México como idóneo para enfrentarlo, ya que nos orienta a centrarnos en una adaptación constante y en procesos flexibles y ágiles de planeación urbana. No obstante, es esencial enfrentar los retos para su promoción.
Notas
1. La perspectiva ingenieril está asociada a la idea del espacio y el universo como un dispositivo mecánico ordenado.
Referencias
Cortés, Y. (2020). Propuesta para mejorar el abastecimiento y la calidad del agua para uso doméstico en la unidad habitacional El Coloso con enfoque participativo. [Tesis de Maestría]. Universidad Autónoma de Guerrero.
Davoudi, S. (2019). Resilience, Uncertainty, and Adaptive Planning. Annual Review of Territorial Governance in the Western Balkans 1: 120-128.
Davoudi, S., Shaw, K., Haider, L. J., et al. (2012). Resilience: A Bridging Concept or a Dead End? ‘Reframing’ Resilience: Challenges for Planning Theory and Practice Interacting Traps: Resilience Assessment of a Pasture Management System in Northern Afghanistan Urban Resilience: What Does it Mean in Planning. Planning Theory and Practice 13(2): 299-333.
Galland, D. (2018). México. Disp 54(1): 38-41.
IPCC (2014). Climate Change 2014: Impacts, Adaptation, and Vulnerability. Part A: Global and Sectoral Aspects. Intergovernmental Panel on Climate Change.
Metropolis (2022). Informe metropolitano panamericano. Metropolis.
ONU-Habitat (2016). Nueva Agenda Urbana. Onu-Habitat.
ONU (2015). Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Naciones Unidas.
Sedatu (2020). Política Nacional de Suelo. Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.