- Por Lucía Valenzuela Solís
En este artículo se aborda la participación de la organización Build Change en las labores de reconstrucción en Haití después del sismo del 12 de enero de 2010. Se aprovecha la experiencia para ejemplificar cuatro lecciones aprendidas en el campo de atención posdesastre. La primera, que en contextos posdesastre, las alternativas de reconstrucción tienen que diseñarse con miras a ser permanentes y adaptadas a su contexto. La segunda, la mayoría de las veces, reforzar lo ya construido es la solución más sencilla y de costo eficiente. La tercera, involucrar al habitante en los procesos de vivienda genera externalidades positivas en cuanto al nivel de satisfacción, impacto en economías locales y resiliencia en el tiempo. Finalmente, la cuarta lección, una vez atendida la urgencia inmediata, el dinero se va, pero las capacidades desarrolladas por los pobladores se quedan.1
El 12 de enero de 2010, un terremoto de 7.3 grados de magnitud azotó Haití. Dicho evento cobró la vida de entre 100 000 a 400 000 personas. Los estimados varían según la fuente y ello da cuenta del grado de desorganización que reinó inmediatamente después del evento y durante las primeras semanas de atención. Asimismo, desplazó a más de 2 millones de habitantes, afectó a aproximadamente 293 000 viviendas y provocó pérdidas económicas por más de 7 000 millones de dólares (ONU-Alto Comisionado, 2010; Build Change, 2018). Sin duda, sucesos de esta magnitud nos hacen conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. No obstante, si bien estos eventos son inevitables, el nivel de devastación que generan puede reducirse y, en el mejor de los casos, ser prevenido.
De acuerdo con el Centro de Investigación en Epidemiología y Desastres (CRED, por sus siglas en inglés) y con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Riesgos ante Desastres (UNDRR, por sus siglas en inglés), entre 1998 y 2017, poco más de 1.3 millones de personas perdieron la vida a consecuencia del impacto de un evento natural; 56% de ellas en terremotos (2018). Igualmente, según el Banco Mundial, 77% de las muertes causadas por sismos en los últimos cien años han sido asociadas a sistemas precarios de construcción (2020). Aunque preocupantes, estas cifras son también una invitación urgente a invertir recursos y esfuerzos para garantizar que más personas vivan de forma segura.
Después del sismo, dado el nivel de devastación, los ojos del mundo estaban puestos en Haití. La comunidad internacional asumió el compromiso de participar en las labores de reconstrucción con diferentes capacidades. El entorno en la isla era adverso. Por una parte, los altos índices de pobreza, la precariedad general en los sistemas constructivos y una constante inestabilidad política obstaculizaron la escalabilidad y sustentabilidad de las intervenciones en el tiempo. Por otra parte, su ubicación geográfica colocó cualquier acción de reconstrucción en competencia directa contra el reloj para consolidar los trabajos de mitigación antes de la llegada de la temporada de huracanes que normalmente inicia en junio.
En este artículo se comparte la participación de Build Change2 durante los primeros años de reconstrucción en la isla, entrelazando el relato con cuatro lecciones aprendidas. Para Build Change, Haití fue paradigmático: lo aprendido ahí fue resultado de un esfuerzo compartido con gobierno, aliados, pobladores y demás actores que tenían la motivación de generar cambios profundos después del sismo. En retrospectiva, creemos que esta experiencia es un ejemplo de cómo los aprendizajes e innovaciones se convierten en esfuerzos comunes para amplificar resultados.
¿Qué fue lo que encontramos?
En Haití, 96% de la población es vulnerable a diversos peligros ante eventos naturales (Build Change, 2018). En el caso de Puerto Príncipe y su zona metropolitana, el crecimiento acelerado, la falta de planeación, la ausencia de rigor en el reglamento y el incipiente acompañamiento formal en los procesos de construcción dio como resultado que, para 2010, 80% de su población viviera en asentamientos precarios, donde la vulnerabilidad no solo afectaba a las viviendas, sino también a las construcciones de infraestructura pública, como escuelas, clínicas y espacios comunitarios (Build Change, 2018).
El nivel de desastre y la presión por la inminente llegada de la temporada de huracanes dejaba un plazo de seis meses para las labores de reconstrucción. En este contexto, los apoyos internacionales priorizaron la construcción de albergues temporales en detrimento de la consolidación de vivienda permanente como una alternativa rápida y que, paralelamente, brindaba cierto grado de certidumbre a los donantes más conservadores ante la poca seguridad de tenencia en Haití.3 Poco antes del sismo, Build Change había atendido programas de atención posdesastre de tsunamis en Asia, y había identificado que las acciones de cobijo temporal tienen diferentes implicaciones negativas. Por ejemplo, ofrecen una falsa percepción de seguridad a personas que, de por sí, atraviesan por el duelo ante un desastre. Por otra parte, por definición, los albergues temporales no están conceptualizados para durar en el tiempo, provocando que, en caso de no realizarse la transición hacia una vivienda permanente, los habitantes queden en una situación aún más vulnerable que la inicial. Diferentes retos surgieron de este tipo de respuesta que nos llevaron a reflexionar sobre nuestra primera lección aprendida:
1. En contextos posdesastre, las alternativas de reconstrucción tienen que diseñarse con miras a ser permanentes y adaptadas a su contexto.
Se invirtió un estimado de 500 millones de dólares en fondos internacionales para la construcción de albergues de madera en Haití. De esta cifra, 80% (400 millones) se gastó fuera de la isla en compra y transporte de materiales (Adrian, 2013). Dicha decisión no sentó bien a las élites haitianas, y en consecuencia, aparecieron trabas tanto en la logística como en operación —como, por ejemplo, impedir el acceso del material en los puertos— para que los planes de reconstrucción se llevaran a cabo. No obstante, más allá del descontento de la clase privilegiada, las implicaciones de esta decisión tuvieron connotaciones más profundas.
Por una parte, de acuerdo con un artículo de The New York Times, esos 400 millones de dólares gastados en el extranjero
representaron casi el doble de la inversión total para la reconstrucción permanente en los tres primeros años después del sismo (Sontag, 2012). Sin duda, ese recurso usado en la isla hubiera probado su valor al tener el potencial para dinamizar economías locales en un momento en que la población estaba ávida por encontrar trabajo para atender sus necesidades inmediatas.
Sucesos de esta magnitud nos hacen conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. No obstante, si bien estos eventos son inevitables, el nivel de devastación que generan puede reducirse y, en el mejor de los casos, ser prevenido.
Otra consecuencia de usar madera para la construcción de albergues fue la necesidad de realizar capacitaciones para el uso de un material con el que la población no estaba acostumbrada a trabajar. En este sentido, dichos entrenamientos estaban atendiendo a la inmediatez, pero no estaban cimentando un conocimiento que pudiera ser aprovechado una vez que la importación de madera se desacelerara. Asimismo, la falta de conocimiento de la población afectada en el uso de madera, así como su necesidad de consolidar una vivienda, desencadenó en malas prácticas constructivas que, en el largo plazo, no disminuyó la vulnerabilidad de la población.
Durante el primer año y medio, las discusiones sobre las estrategias de respuesta entre donadores, organizaciones y gobierno giraron en torno a soluciones temporales contra permanentes. Sin embargo, como ocurre en muchas ocasiones, la urgencia sobrepasó la planeación y las personas afectadas en Haití no esperaron una resolución para reconstruir su vida. Poco a poco, las y los habitantes comenzaron a reconstruir sus viviendas con lo que tenían a la mano y usando los recursos disponibles. Fue así como, de manera pragmática y observando las acciones llevadas a cabo por la población, arribamos a nuestra siguiente lección aprendida:
2. La mayoría de las veces, reforzar lo ya construido es la solución más sencilla y de costo eficiente.
Cuando llegamos a Haití no teníamos claridad de cuál iba a ser la estrategia para atender la reconstrucción. Como ya se mencionó, Build Change entró a la isla tras haber participado en la región Asia-Pacífico, acompañando procesos de reconstrucción tras el impacto de tsunamis y huracanes. Sabíamos que construir viviendas temporales era una medida paliativa que poco —o nada— contribuía a incrementar la resiliencia de las comunidades afectadas. No obstante, en ese entonces, nuestra experiencia estaba encaminada en la construcción de viviendas nuevas.
Conforme observamos que las y los habitantes de las zonas afectadas reconstruían sus viviendas y espacios comunitarios, comenzamos a investigar y a diseñar soluciones que se adaptaran al contexto. En un primer momento Build Change generó “estaciones de trabajo” en donde se impartían capacitaciones técnicas prácticas a la población y maestros de obra. Posteriormente, las circunstancias nos encaminaron a innovar en el diseño y métodos de construcción para hacer reforzamientos y mejoramientos de lo ya construido.
En una primera etapa, los ingenieros del Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Comunicación (MTPTC) local, con el apoyo de expertos internacionales, clasificaron las viviendas con base en los procedimientos del Consejo de Tecnología Aplicada para la Evaluación de la Seguridad de los Edificios Después de Terremoto (ATC 20),4 usando colores para designar la reocupación inmediata de las viviendas: verde, inspeccionada; amarillo, restringida; y roja, insegura.
Conforme evaluábamos viviendas íbamos desarrollando conocimiento en dos vertientes: por una parte, el hecho de que una vivienda hubiera sido catalogada como verde (inspeccionada) no implicaba que fuera segura; simplemente denotabaque la estructura había “sobrevivido” al sismo, sin que esto implicara que estuviera preparada para resistir un evento posterior. Asimismo, aprendimos que catalogar una vivienda como roja (insegura) no significaba que tuviera que demolerse, simplemente que necesitaba una intervención de reforzamiento sustancial (Build Change, 2014).
En Haití aprendimos que los reforzamientos son una estrategia que puede ser aplicada a la mayoría de las viviendas construidas por medio de albañilería. Junto con nuestros aliados, Cordaid y J/P Humanitarian Relief Organization (J/P HRO), logramos evaluar 2 680 viviendas en siete colonias, 76% podían ser recuperadas con reforzamientos (Build Change, 2018). Para junio de 2013, 426 viviendas —45% de las reforzadas hasta ese entonces— habían sido inicialmente catalogadas con etiqueta roja y los costos de reforzamiento ascendían a poco menos de la mitad de la inversión para la construcción de una vivienda nueva. Paralelamente, en el caso de haber sido etiquetadas como amarillas —restringidas—, el costo de reforzamiento era menos de un tercio comparado con la construcción de vivienda nueva (Build Change, 2014). Estos esfuerzos fueron instrumentales para calibrar, junto con el gobierno, los diferentes montos de subsidio para acciones de reforzamiento y generar los principios de certidumbre para que la población pudiera dejar los albergues y volver a sus hogares.
La práctica y experiencia que Build Change desarrolló en Haití generó interés y abrió la puerta para llevar los reforzamientos a escala. En colaboración con el MTPTC, la organización tuvo la oportunidad de elaborar las “Guías nacionales para reforzamiento en Haití”, documento que posteriormente tuvo cobertura nacional y fue usado por el gobierno como el nuevo estándar para la construcción de edificaciones seguras (Build Change, 2018). El contexto y las circunstancias en Haití motivaron a Build Change a desarrollar un modelo de atención que hasta el día de hoy es uno de nuestros estandartes a nivel global. Esto es que, para atención posdesastre, las medidas de reforzamiento son más flexibles, respetan las formas en que las y los habitantes interactúan con su vivienda y su costo es menor comparado con la construcción de vivienda nueva, lo que permite que los presupuestos asignados a reconstrucción puedan llegar a más personas (Build Change, 2021). Para nosotros, Haití marcó un parteaguas porque, si bien cada contexto es diferente, esta lección puede ser identificada en la forma en que se ha brindado respuesta a eventos posteriores en lugares como Nepal (2015), México (2017) y Turquía (2023).
En Haití aprendimos que los reforzamientos son una estrategia que puede ser aplicada a la mayoría de las viviendas construidas por medio de albañilería.
Para nosotros, Haití marcó un parteaguas porque, si bien cada contexto es diferente, esta lección puede ser identificada en la forma en que se ha brindado respuesta a eventos posteriores en lugares como Nepal (2015), México (2017) y Turquía (2023).
En este sentido, un elemento que se ha mantenido como principio de trabajo en Build Change es que la experiencia técnica, la mitigación de riesgos y la atención posdesastre es colectiva; no obstante, quienes verdaderamente conocen cómo implementarlas, y así generar un cambio sostenible en los lugares, son las y los habitantes de la zona afectada. Con base en este supuesto es como compartimos nuestra tercera lección aprendida:
3. Involucrar al habitante en los procesos de vivienda genera externalidades positivas en cuanto al nivel de satisfacción, impacto en economías locales y resiliencia en el tiempo.
Experiencias probadas en diferentes rincones del mundo han demostrado que los niveles de satisfacción, manejo de recursos y reducción de costos tienen un impacto positivo cuando se incorpora a los habitantes en la administración y toma de decisiones en las intervenciones de sus viviendas.5 En una primera etapa de atención en Haití, Build Change participó directamente con la población tanto en capacitaciones técnicas para prestadores de servicios como en asistencia técnica con los hogares que tuvieron problemas en su vivienda. Para 2014, más de 1 330 viviendas fueron reforzadas y se generaron sistemas y procesos de atención para controlar la calidad de los trabajos y así minimizar los riesgos de pérdidas o uso indebido de recursos. En este tiempo, 85% de las obras iniciadas fueron terminadas y 100% de los materiales para las construcciones habían sido comprados a proveedores haitianos, incentivando la derrama económica al interior de la isla (Build Change, 2014; Build Change, 2018).
Los experimentos en capacitaciones técnicas, metodologías para reforzamiento y participación de los hogares en la reconstrucción realizados por Build Change durante la primera etapa generaron un interés generalizado. Con el gobierno nacional se creó la Unidad de Construcción para Vivienda y Edificios Públicos (UCLBP), encargada de supervisar las labores de construcción con base en la metodología de colocar al habitante en el centro de la intervención. Posteriormente, los aprendizajes operacionalizados entre la UCLBP y Build Change fueron compartidos con otras organizaciones como EuropeAID, la Agencia Francesa para el Desarrollo y la Cruz Roja americana, donde adicionalmente se impartieron capacitaciones para que este modelo pudiera ser replicado.
Al mismo tiempo, como resultado de un esfuerzo en incidencia y coordinación con actores locales del sector privado, se creó la Red para el Fortalecimiento de la Economía de la Construcción y Reducción de Riesgo Ante Desastres (REZO, por sus siglas en inglés), en la que se apoyó a prestadores de servicios y proveedores de materiales para mejorar sus capacidades técnicas y administrativas en la industria de la construcción.
REZO se volvió un ejemplo de cómo las alianzas entre el sector público y el privado pueden ir más allá de la prevención de riesgos y escalar a la generación de una resiliencia social. Entre otros logros, se apoyó a la mejora de la calidad de materiales para construcción, se capacitó a más de 1 500 prestadores de servicios, se generaron al menos 200 nuevos empleos y las ventas de los afiliados a REZO se incrementaron en 60% (Build Change, 2014). En este ejercicio, la aportación más importante de Build Change fue generar las sinergias para fortalecer el ecosistema de vivienda y en el área técnica se volvió capacitador de capacitadores para que las lecciones pudieran ser internalizadas y amplificadas en el territorio.
Con base en este antecedente, se presenta la cuarta y última lección aprendida:
4. El dinero se va, las capacidades se quedan.
Ante la emergencia de eventos naturales inesperados, la calidad humana tiende a manifestarse, deviniendo en ofrecimientos masivos de ayuda inmediata. No obstante, conforme pasa el tiempo, es también natural que a los actores externos que inicialmente se involucraron les surjan nuevas prioridades con lo que, consecuentemente, el ritmo de apoyo y fondeo se desacelera. En este caso, es fundamental que la atención no solo se centre en el corto plazo, sino que se generen las capacidades que puedan ser sostenibles en el tiempo para prevenir tragedias futuras y capitalizar tanto la derrama de recursos como las capacidades que el lugar afectado tuvo en el momento de la reconstrucción. De esta manera, no solo se garantiza la atención al desastre, sino que se suma para mejorar las condiciones de la población, incluso en comparación con la situación previa al evento que desencadenó las labores de apoyo inicialmente.
Para 2018, la incidencia y trabajo colaborativo de Build Change en Haití resultó en la construcción o reforzamiento de 1 693 viviendas, la creación de 7 331 empleos, la capacitación de 11 915 personas y el cambio de cultura en 11 organizaciones (Build Change, 2018). Sin embargo, más importante aún fue que las interacciones generadas a partir del sismo trascendieron y aportaron valor a las personas e instituciones con las que se colaboró.
Más allá de las cifras, la medición de éxito de la participación de Build Change en Haití se aprecia con cambios cualitativos. Hoy sabemos que muchos de las y los ingenieros capacitados por Build Change han escogido quedarse en la isla y continúan ejerciendo su profesión a pesar de las altas tasas de desempleo. Además, las estandarizaciones en cuanto a guías técnicas y calidad en materiales son referentes para el sector tanto público como privado, y siguen aportando a la resiliencia de la construcción de viviendas. Más aún, los procesos autogestivos en los que se incluyó a las y los habitantes no solo han tenido un impacto en el hogar, sino en su entorno inmediato al generar ecosistemas locales con su propia derrama económica y desarrollo de capacidades que trascienden la vivienda.
Ciertamente, la experiencia de Build Change en Haití no es lineal, los aprendizajes están asociados a la superación de diferentes obstáculos en campo. Internamente, lo que Haití le aportó a Build Change fueron reflexiones de fondo y la reafirmación de un compromiso de trabajo para colaborar en la construcción de realidades más resilientes y reducir la vulnerabilidad de las personas ante eventos naturales. Como organización ha sido estratégico situarnos en contextos posdesastre donde la respuesta tiene que ser rápida, y las soluciones, prácticas. Al hacerlo, la curva de aprendizaje se acelera, dándonos la oportunidad de aprender, colaborar e innovar de manera más efectiva, al tiempo en que nos situamos en donde la necesidad de apoyo es apremiante.
Haití fue un reto y un aprendizaje importante, sin embargo, somos conscientes de que el desafío es mucho mayor. Hoy sabemos que, para 2030, al menos 3 000 millones de personas —es decir, 40% de la población mundial— estarán habitando viviendas deficientes (ONU-Hábitat, 2015); y que su nivel de vulnerabilidad incrementará como una consecuencia de la crisis climática, ocurriendo eventos naturales cada vez más constantes y devastadores. Bajo este contexto, más allá de tomar una posición alarmista o pesimista, lo que pretendemos es hacer una invitación abierta a sumar esfuerzos y construir un mejor futuro para todos.
En este artículo compartimos nuestra experiencia en Haití. Reconocemos que las lecciones presentadas no hubieran sido posibles sin la interacción con una multiplicidad de actores que, como nosotros, tienen la inquietud y el compromiso por generar alternativas para proteger la vida y cuidar el patrimonio construido de las personas. Este objetivo nos ha motivado a sumar esfuerzos y tener presencia constante en 12 países. Actualmente, identificamos en México la oportunidad de aprender de un país con una perspectiva avanzada en la atención, prevención y mitigación de riesgos ante eventos naturales. Asimismo, ponemos al alcance de cualquier institución interesada nuestra experiencia para identificar áreas de oportunidad y, así, sumar esfuerzos para construir realidades más resilientes.
Bajo esta tesitura, estamos listos y emocionados de escribir este nuevo capítulo.
Notas
1. Para enriquecer esta pieza se emplearon los reportes de seguimiento del caso y el relato cualitativo de Noll Tufani, director de Build Change en Haití de 2011 a 2015.
2. Build Change es una organización internacional con 20 años de experiencia en reconstrucción y prevención ante desastres naturales y con impacto en 24 países. Más información en https://buildchange.org/
3. En los meses posteriores al sismo, Haití se volvió uno de los lugares con mayor desplazamiento interno en el mundo. La falta de títulos de propiedad fue un factor determinante en el tipo de apoyo que los donantes más conservadores y países con un fuerte respeto a la propiedad privada, como Estados Unidos, atendieron la emergencia. Con base en ello, las construcciones temporales de madera se consideraban “móviles” y ofrecían la tranquilidad de respetar los derechos de propiedad de los dueños oficiales en caso de que los hubiera.
4. El Consejo de Tecnología Aplicada (ATC, por sus siglas en inglés) es una organización sin fines de lucro fundada por la Asociación de Ingenieros Estructurales de California con el fin de generar recursos para mitigar desastres en el ambiente construido consecuencia de eventos naturales. El ATC-20 es una guía de procedimientos reconocida mundialmente para la evaluación de la seguridad de edificaciones después de terremotos.
5. En los últimos años, organizaciones internacionales como ONU-Hábitat han reconocido los esfuerzos en entornos locales y han centrado las discusiones de vivienda y la participación de sus habitantes a nivel mundial. Recientemente, la Nueva Agenda Urbana, emitida en 2016, decreta que la vivienda y sus habitantes deberán colocarse al centro de cualquier intervención de desarrollo urbano para que este pueda ser sostenible y adecuado.
Referencias
Adrian, J.-C. (2013). “Urban Resilience”. Urgence Réhabilitation Développement: Humanitarian Aid on the Move, (11), 4-7. Recuperado de http://www.urd.org/Urban-Resilience?artpage=2-4
Build Change. (2014). Homeowner-Driven Housing Reconstruction and Retrofitting in Haiti: Lessons learned, 4 years after the earthquake.
Build Change. (2018). Success in Haiti. From Post – Earthquake Recovery to Sustainable Improving Community Resilience to Natural Disasters (Achievements from 2010 to 2018 and beyond).
Build Change. (2021). The Build Change Guide to Resilient Housing. An Essential Handbook for Governments and Practitioners.
Centre for Research on the Epidemiology and Disasters & UN Office for Disaster Risk Reduction. (2018). Economic Losses, Poverty & Disasters 1998-2017. Recuperado de https://www.cred.be/unisdr-and-cred-report-economic-losses-poverty-disasters-1998-2017
ONU-Alto Comisionado. (2010). Haití 2010. Recuperado de https://www.ohchr.org/es/about-us/memorial/haiti-2010
ONU-Hábitat. (2015). Housing at the Centre of the New Urban Agenda. United Nations Human Settlements Programme. Recuperado de https://unhabitat.org/housing-at-the-centre-of-the-new-urban-agenda/
Sontag, D. (2012, 24 de diciembre). Rebuilding in Haiti Lags After Billions in Post Quake Aid. The New York Times. Recuperado de Aiding Quake-Battered Haiti, Lofty Hopes and Hard Truths – The New York Times (nytimes.com)
World Bank. (2020). Roadmap for Resilient Housing: The Path to Livable, Disaster and Pandemic Resilient Housing. Washington, D.C.: Global Program for Resilient Housing.