Dentro de las diversas ponencias que formaron parte del Foro ONU Habitat-Infonavit en agosto de 2022 y agosto de 2023, el presidente del Observatorio Global de Proximidades y profesor en la Universidad de París IAE-Panteón Sorbona, Carlos Moreno, ofreció sendas conferencias sobre las nuevas proximidades multiserviciales como estrategia de habitabilidad. En ellas, se enfocó en ir más allá de la vivienda como alojamiento y en darle énfasis a la calidad de vida integral. En el artículo se plasman las ideas del profesor Moreno, creador del concepto de la Ciudad de los 15 minutos.
Agradezco la invitación, ante todo, al Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y a ONU-Habitat, a quienes saludo, así como a todas las autoridades y personalidades que están presentes. Es un placer compartir este espacio con todos ustedes.
Nuestro equipo en La Sorbona ha liderado el tema de reinventar las posibilidades para la habitabilidad urbana y territorial. Hemos acuñado los conceptos de la ciudad de los 15 minutos en las zonas compactas, y el territorio de media hora en zonas de media y baja densidad. Este tema, hoy en día, es de trascendencia internacional, puesto que se encuentra presente en muchísimas partes del mundo, respondiendo a la necesidad de darle a la vida urbana y territorial una visión más orientada hacia la calidad de vida, y otorgándole una importancia vital a lo que llamamos las proximidades multiserviciales.
El concepto de la ciudad de los 15 minutos se ha extendido en todos los continentes, porque representa una visión compartida que se apoya en una metodología con implementaciones de diferente naturaleza, dado que no se trata solamente de copiar y pegar, sino de una visión que debe adaptarse a los contextos socioeconómicos y socioecológicos propios de cada lugar, ya sea en Corea, en Zúrich, en Buenos Aires, en Boston, en Francia, en México, o en cualquiera otra parte del mundo.
Lo que nos une profundamente con todos estos lugares es la necesidad de redefinir la calidad de vida. Por ejemplo, con el Infonavit hemos compartido la visión de cómo esta debe representar el objetivo esencial de la política urbana —que muchas veces se pierde—, que es humanizar la ciudad; es decir, dar servicios esenciales a cada uno de sus habitantes y dignificar la vida con el acceso a todo aquello que nos permite tener un hábitat; no solo para alojarse dentro de la ciudad, sino para vivir plenamente en ella.
Lo interesante de esta conceptualización es que ofrece un cuerpo de pensamiento global, el cual permite ser aplicado en zonas compactas —que llamamos urbanas—, así como en zonas de menor densidad —que llamamos territorios—. Esta necesidad de darle a la calidad de vida una definición común a la vida urbana y a la vida territorial es indispensable en nuestro trabajo.
Nuestra proposición se resume como sigue: necesitamos romper con la herencia de la Carta de Atenas de la década de 19301, la cual se ha desarrollado a nivel mundial, especializando las ciudades (es decir, zonificando a los centros históricos, a las zonas económicas, a los lugares de vivienda).
Esta aproximación ha convertido a la distancia en una adicción —de la cual, el auto es una de sus drogas, como el cigarrillo del que no nos podemos desprender, diría el finado Jaime Lerner2—, llegando a lo que mi amigo Richard Sennett decía en su último libro3: hemos perdido la noción de la proximidad de servicios para embarcarnos en el vicio de la distancia, y hemos perdido la virtud de la humanización de la ciudad.
Lo que hacemos con nuestra propuesta es evocar, de una manera estratégica, una línea de pensamiento urbano y territorial para redefinir la calidad de vida de lo que es realmente una ciudad sostenible; una que responda al triple impacto (medioambiental, económico y social), ya que la sostenibilidad, a final de cuentas, es una ciudad vivible desde el punto de vista ecológico, viable desde el punto de vista económico y equitativa desde el punto de vista social (Figura 1).
Estamos hablando de la sostenibilidad como la definió el premio nobel Mohammed Yunus, inspirador de nuestros trabajos con el triple cero (cero carbono, cero pobreza y cero exclusión). Esta sostenibilidad representa una convergencia para decir que el pacto social, urbano y territorial, basado en un policentrismo servicial y funcional respecto de las proximidades para las ciudades y los territorios, ofrece una calidad de vida que se expresa en más servicios básicos, más intensidad económica, más intensidad social y más respeto a la fragilidad de los recursos y de la situación medioambiental.
Hemos retomado una de las mayores variables de nuestra vida: el tiempo —el cual se ha diluido en grandes traslados— e introducimos cuatro elementos claves, que son:
- Una ecología de vida la cotidiana, no de castigo, sino de alicientes para desplazarse con menos CO2 (a pie, en bicicleta en proximidades multimodales).
- La proximidad para ofrecer vecindarios multifuncionales policéntricos.
- La solidaridad económica y social para regenerar los mismos modelos de ciudades, incluyendo la localización de la economía y la reindustrialización en la generación de nuevas economías de servicios.
- El empoderamiento ciudadano, para tener una participación de las y los habitantes mucho más activa a través de nuevos mecanismos, no solamente sociales sino también financieros, con más alicientes económicos.
Estamos hablando de lo que hoy en día es una necesidad, porque lo vemos en el mundo entero con la aparición de fenómenos meteorológicos extremos. Francia, por ejemplo —que es donde yo vivo—, está atravesando una de las mayores crisis de sequía que se ha visto en Europa. Sabemos que, hoy, la humanidad es mayoritariamente urbana —sobre todo en América Latina, que alcanza 80% de urbanización—. Y es justamente la vida antrópica la que ha generado esta degradación medioambiental, porque nuestras actividades humanas, basadas en recorrer grandes distancias y emitir grandes cantidades de CO2 —que no cesan de aumentar— están socavando la habitabilidad del planeta (y mucho más rápido en ciertas zonas que en otras). En particular, nuestro territorio latinoamericano, urbanizado tan rápidamente durante el antropoceno, es un continente de ciudades, y necesita tener una respuesta urbana y territorial a la altura del desafío del siglo XXI.
Cuando salí de Colombia hace 40 años, la proporción de los asentamientos humanos era 30% urbanos y 70% rurales; y en estas cuatro décadas hemos pasado a 20% rurales y a 80% urbanos, por más nostalgia que tengamos de la ruralidad. Entonces, el desafío latinoamericano, el de sus ciudades, es tener una vida urbana que reconcilie la actividad ecológica, la económica y la integridad social en un mundo inclusivo.
Por otra parte, esta amenaza global de la emergencia climática que estamos viviendo no solo en Latinoamérica sino en todos los continentes, se da en el siglo de la ubicuidad generalizada, de la conexión masiva a través de los medios de comunicación y el internet de primera, segunda y tercera generación. Pero necesitamos que este proceso de comunicación y conexión se traduzca en vínculos sociales, económicos y ecológicos, para no perdernos en la construcción de grandes infraestructuras que deshumanizan la vida tanto humana como territorial. Porque la tecnología no puede ser un fin en sí mismo, sino debe servir como una palanca poderosa para vivir de una manera más socializada, más humana.
Es menester contar con una economía al servicio de nuestra calidad de vida y una tecnología que nos permita crear vínculos, para evitar encontrarnos con una nueva generación de zombies geek (como les llamo en mis clases: ciudadanos hiperconectados tecnológicamente, pero masivamente desconectados en lo social), lo que nos deja a merced de todas esas burbujas de fake news que hemos visto causar tanto perjuicio social, económico y territorial.
En América Latina y en todos los continentes estamos muy conscientes de que la segregación urbana y territorial es uno de los principales elementos que han jugado en nuestra contra. Vivimos en países que se han caracterizado por desarrollar una urbanización que refleja y aísla el norte del sur, el barrio pobre del rico, las zonas corporativas de las zonas históricas y de las comerciales. Esto es una visión heredada del paradigma de Henri Lefebvre4: el derecho a la ciudad se convirtió solamente en una lucha por el alojamiento, cuando lo que está en tela de juicio es una nueva narrativa urbana para fortalecer un tejido social económico, social y ecológico.
Cada uno de nosotros, desde donde sea que nos encontremos, hemos aceptado lo inaceptable, agravando nuestra situación. Por ejemplo, tenemos desplazamientos que en América Latina son hasta de tres horas diarias. Existen cientos de miles de metros cuadrados mal utilizados en nuestras ciudades, porque el funcionalismo de la herencia de la carta de Atenas es monofuncional; o sea, que un edificio sirve para una sola actividad. Esto representa, como decía, un desperdicio de muchísimos metros cuadrados por la ausencia del multifuncionalismo. Hemos perdido las interrelaciones sociales, porque salimos muy temprano de casa y llegamos muy tarde por la noche; hemos perdido el hilo de la estructura familiar, del barrio, del policentrismo, de la cultura urbana, de la cultura territorial, con la generación de asentamientos informales con economías informales que, como el huevo y la gallina, no sabemos cuál viene primero, pero que finalmente representan un peligro para la coherencia de ese tejido social.
No es demasiado tarde, pero sí hay una gran urgencia de cambiar nuestro modo de vida y ofrecer una nueva política urbana multinivel. Para ello necesitamos una síntesis de multiniveles de gobernanza que permita ofrecer nuevas contribuciones, de forma que esas tensiones ecológicas, sociales y económicas visibles hoy día representen una oportunidad ante la amenaza climática y de nuevos desafíos, como el que acabamos de vivir con la COVID-19.
Necesitamos, entonces, romper con esa segmentación de las ciudades, con sus fracturas, con las especializaciones de las zonas, y debemos continuar un trabajo de fondo con la informalidad que carece de servicios esenciales; por lo tanto, debemos recuperar una calidad de vida que vaya a la par hacia nuevas perspectivas, en particular, la del tiempo útil. Porque vivimos en ciudades en las cuales todo el mundo tiene la hora en un reloj, pero nadie tiene tiempo útil. El tiempo útil es indispensable para poder ofrecer una nueva visión de nuestros modos de vida y responder a la pregunta que finalmente nos tiene aquí reunidos a todos: ¿en qué ciudades queremos vivir? Es una pregunta para los gobiernos nacionales, regionales y locales, pero igualmente para cada uno de los actores de las esferas públicas y privadas.
Con el C405 hemos hecho esta compilación de cinco elementos simples o dimensiones claves para lograr una proximidad urbana y territorial:
- Una ciudad policéntrica formada por múltiples “barrios completos”, que permitan que la gente trabaje cerca de sus casas y evitar desplazamientos largos.
- Una ciudad hecha de comunidades inclusivas y cohesionadas para luchar contra la gentrificación, mezclando géneros, culturas, clases sociales, grupos de edad, etcétera.
- Una organización urbana con calles centradas en las personas para así estimular movilidades activas, compartidas y bajas en carbono; una ciudad de prosperidad que crea riqueza, que crea valor, que crea empleo.
- Una ciudad próspera que crea riqueza, empleo y valor, que evoluciona con las necesidades de las personas y las involucra en las decisiones urbanas.
- Una ciudad que considera el acceso a los recursos naturales, ante todo, como un bien común.
Nuestra visión de la ciudad de los 15 minutos, que hemos concebido en París, pero que se ha consolidado en muchas partes del mundo, reposa en lo que Jane Jacobs6 nos decía en los años setenta: “the point of cities is multiplicity of choice”; es decir, que la ciudad está viva cuando en todo momento y en todo lugar se puede escoger lo que queremos hacer: salir de la obligación e ir hacia la escogencia. Para ello hay que construir un nuevo marco urbano y territorial con una relación útil entre espacio y tiempo, profundamente diferente de la que existe hoy.
El concepto de la ciudad de los 15 minutos, que desarrollamos hace más de 10 años, lo propusimos después de la COP 21 en 2015, pero hoy toma fuerza por la inminencia de una urgencia climática que afecta nuestras vidas y por el impacto de la COVID-19 que nos llevó a cambiar totalmente nuestras dinámicas y modos de vida.
La esencia misma de la ciudad de los 15 minutos es una mezcla de los siguientes tres elementos, para crear usos en proximidad para una vida urbana y territorial de mejor calidad:
- El cronourbanismo, para proponer un ritmo de vida diferente; en particular respecto de la manera de trabajar, de crear empleo y generar riqueza en el mundo urbano y en el territorial, lo que implica también asociarse con el sector privado.
- La cronotopía, que significa la multiutilización de servicios en lo que ya existe, para que en cada metro cuadrado haya más actividades en el día, en la semana, en el mes, y no desperdiciar espacios que son vitales.
- Y la topofilia, que tanto nos representa en América Latina, porque es el amor a los lugares, a los barrios, a los territorios en donde compartimos con nuestra familia, con nuestros vecinos, para tener esta nueva cultura urbana basada en el respeto a la vida, potenciarla en sus diferentes ámbitos.
La definición que presentamos en 2016 después de la COP 21 tiene este objetivo: crear “proximidades felices” —las llamamos— con “mixidad” social; no podemos seguir teniendo barrios aislados, especializados y con separatismo. Necesitamos reivindicar la densidad orgánica, la que representa la mutualización de los servicios, pues hemos confundido durante mucho tiempo promiscuidad con densidad, y debemos aprovechar la ubicuidad para utilizar la tecnología al servicio de la generación de nuevos modelos económicos de proximidad.
La alcaldesa de París tomó el concepto de la ciudad de los 15 minutos en 2020, dándole un impacto mundial por la implementación que está llevando a cabo en una ciudad como esta. El confinamiento en 2020 mostró la necesidad de regenerar la actividad económica, social y ecológica en las proximidades, y por desgracia ahora, con la guerra en Ucrania, con la energía, con las materias primas, el alza en los precios de los artículos de la primera necesidad, vemos la importancia de generar consumo local y producción local. El C40 ha tomado la bandera de los 15 minutos como elemento de transformación. La OMS ha señalado la importancia del uso del espacio público local en proximidades como elemento clave de creación de valor económico, ecológico y social, dándole a la salud urbana y territorial un impulso con lugares verdes, con lugares azules (cuerpos de agua) y con aire de calidad.
El 4 de abril de este año, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)7 recomendó la ciudad de los 15 minutos como elemento clave no solamente para la reducción de emisiones de CO2, sino como efecto sistémico. Asimismo, en el Informe Mundial de las Ciudades del WUF 11, ONU-Habitat invitó a adoptar el concepto de la ciudad de los 15 minutos, que aparece como uno de los seis elementos claves de la transformación urbana y territorial.
Todo esto lo hemos definido con un árbol de conocimientos que nos permite integrar los servicios, los usos y las infraestructuras para, a partir de ahí, explorar el territorio, cada 100 metros, y así identificar cómo se pueden mezclar los usos, los servicios, las funciones y la sociabilidad. Esto con el objetivo de generar toda clase de intersecciones que permitan crear esos elementos de la nueva calidad de vida, de nuevos modelos económicos. Por ejemplo, un café que por la tarde se transforma en sala de cursos de lenguas extranjeras; una discoteca que en la tarde es un lugar de deporte; una escuela que los fines de semana se abre a otras actividades; un gimnasio o un estadio que en sus horas de cierre acoge startups de diferentes temáticas, por referir solo algunas posibilidades.
En fin, hay muchos casos concretos que nos permiten imaginar y reinventar una vecindad policéntrica y polidiferente a gran escala: de 100 a 500 metros, de 500 metros a 5 kilómetros, de 5 kilómetros a 30, de 30 a 50, de 50 a 100… con el policentrismo como eje de una hoja de ruta holística que nos dé esta posibilidad de aplicarlo.
La ciudad de los 15 minutos y el territorio de media hora significan desaturar, mutualizar y reutilizar; descentralizar lo máximo posible, crear intersecciones. Los invito a leer la última encuesta de Boston Consulting Group8,que dice que no solamente estamos trabajando de una manera descentralizada cuando se hace con servicios que se pueden otorgar electrónicamente en vez de presencialmente, sino que hoy en día existe el deseo de buscar otras fuentes de trabajo mucho más locales, inclusive de aquellos quienes no tienen trabajos que se puedan deslocalizar por vía electrónica.
Entonces, nuestra metodología reposa en esos elementos: cómo construir una red territorial y qué paquetes de servicio podemos incluir en ella. No estamos hablando de descentralizar todo, sino de crear redes territoriales con tres tipos de detalles de servicio:
- Los servicios diarios de proximidad
- Los servicios de mutualización en red
- Los servicios de estructura central
Claro está, no vamos a crear un estadio cada 15 minutos, o un gran hospital, o un Museo de Louvre, pues a eso le llamamos estructuras centralizadas, a las cuales no vamos todos los días; pero sí podemos mutualizar instalaciones deportivas, corporativas, pedagógicas o administrativas.
Entonces, para esta hoja de ruta tenemos que responder a una serie de interrogantes:
- ¿Cómo adaptar y mejorar la oferta de servicios?
- ¿Cómo tener instalaciones futuras que permitan implementar multiservicios sin tener que construir más?
- ¿Cómo reducir las desigualdades de acceso social y económicas?
- ¿Cómo anticipar crisis como las que estamos viviendo?
Por esa razón hemos creado una metodología que nos permite modelizar estos paquetes de servicios urbanos y territoriales con bases de datos, con modelización teórica, con cálculos, con isócronos, con cronotopías, con movilización de paquetes de servicios; pero también con mucho trabajo de campo para visualizar e interpretar con cartografías muy concretas lo que está pasando en el territorio.
En el siguiente modelo, cada color representa a una de las seis funciones sociales de las que estamos hablando, y estas se modelizan en tres anillos: el de la proximidad cotidiana, el de la mutualización y de los servicios centrales. Nuestro modelo se constituye por esas seis funciones sociales necesarias: servicios locales intensos, una malla territorial en red y una centralidad que nos permite guardar una política urbana coherente con las inversiones que son necesarias. Es decir, ponemos en perspectiva tres escalas espaciales (proximidad, mutualidad y centralidad) de las seis funciones sociales y de esa forma se pueden crear paquetes de servicios acordes a esas dimensiones que impactan en los tres beneficios que mencionamos minutos antes (bienestar, sociabilidad y planeta inclusivo).
He aquí nuestra contribución científica. Hemos analizado y observado cuáles son los elementos claves de la calidad de vida y del urbanismo orientado al ser humano:
- Vivir dignamente con alojamiento, pero ya vimos que este solo elemento no es suficiente.
- Disminuir tiempos de traslado al trabajo.
- Poder hacer compras en circuitos cortos, reforzar la actividad económica local.
- Acceder la salud física y mental de forma eficaz y preventiva.
- Acceder a la cultura, a la educación, a todo lo que nos permite mejorar nuestra cultura urbana.
- Contar con espacios públicos verdes, con agua y aire sano.
Estos son los seis elementos que llamamos las funciones sociales urbanas y territoriales indispensables.
Nuestra propuesta es cambiar el urbanismo actual por uno de servicios y de usos, y no solo de infraestructura. Esta circularidad social de los seis elementos lo llamamos la alta calidad social de vida, de la proximidad multiservicios y la proximidad feliz. Aparecen, además, tres dimensiones o beneficios para considerar, en donde impactan estos seis elementos, que son:
- La calidad de vida personal con los míos y mi familia, con aquellos con quien paso más tiempo (bienestar).
- El índice de sociabilidad con mis vecinos, con mis colegas de trabajo, con quienes tengo mayor capacidad de relacionarme (sociabilidad).
- El índice de sostenibilidad del planeta, que no es solamente la ecología medioambiental, sino también la ecología urbana, o sea, la alteridad (planeta inclusivo).
Juntos, estos seis elementos claves y sus tres dimensiones de beneficios corresponden a la alta calidad de vida social y los hemos modelizado en un trabajo científico y ontológico para definir qué es vivir, qué es trabajar, qué es hacer las compras, qué es acceder a la salud, al aprendizaje, a la ciudad verde.
Esta metodología High Quality Life in Society (HQVS) se traduce en la exploración espacial, la creación de nuevos isócronos y cronotopías de circularidad, así como la exploración del territorio con nuevos indicadores. A través de una plataforma tecnológica basada en la exploración digital y la inteligencia artificial, podemos explorar lo que pasa cada 100 metros, visualizando los recursos disponibles, planteando hipótesis, haciendo diagnósticos y formulando estrategias. Muchas veces no somos conscientes de esa ausencia de servicios. Lo he visto en América Latina cuando he ido a muchos lugares en donde hay empleo informal. Cuando hacemos este trabajo de exploración territorial observamos las ausencias y nos encargamos de ver cómo lo podemos completar.
¿Cómo podemos ir de la movilidad obligada a la movilidad escogida?, ¿cómo podemos relocalizar empleos y actividades?, ¿cómo dialogar con el sector privado, con las fuerzas vivas, con las asociaciones?, ¿cómo recrear servicios médicos o relocalizar elementos indispensables que finalmente hemos perdido? Porque la proximidad se nos escapó en una especie de acto de magia, en el cual nos entregamos a las largas distancias como una costumbre, aceptando el refrán popular que dice que “Al que madruga Dios lo ayuda”, perdiendo la noción de la calidad de vida integral.
Ahora bien, ¿cómo se implementó esta estrategia en París? Se actuó en tres niveles.
Un nivel de nueva organización de gestión administrativa de la ciudad, un nivel de barrio y un nivel de política municipal con una columna vertebral común de servicios hiperlocales, para proceder a una transformación que se hace mediante una hoja de ruta. Esta implica no solamente la transformación de los espacios públicos y de la movilidad, sino de la recuperación de los espacios para ser utilizados de una manera distinta: abrir las escuelas los fines de semana a los vecinos, convertirlos en lugares de frescura para la resiliencia climática, crear las “calles escolares”9 en donde se recupera espacio público para otras actividades que llamamos “las ciudades de los niños”. Igualmente tenemos una política urbana de apoyar la economía del comercio local, porque el comercio local es un bien común. Donde hay gente que vende y que compra estamos creando vida. Por esa razón tenemos herramientas de la ciudad que financiamos para tener locales de comercio del sector privado, que alquilamos a un precio más bajo que el sector de la especulación inmobiliaria, para proveer la economía y hacer los vínculos sociales, y así resistir a las plataformas digitales. Es una empresa de la ciudad que tiene esa función de darle al comercio la posibilidad de tener librerías, artesanos, carnicerías y pescaderías en proximidad. Tenemos también el proyecto “Embellecer El Barrio”10, localmente y con la participación ciudadana, que se ha implementado en 16 barrios, logrando impactar a más de 30 mil personas. Estamos convirtiendo los edificios de oficinas en viviendas sociales de usos mixtos y, lo más importante, estamos transformando nuestro POT (programa de ordenamiento territorial, como dicen en América Latina) en un plan local de urbanismo que integre todos estos nuevos elementos de proximidad, de ciudad productiva, salud medioambiental, disminución de huella de carbono, reintegración de la naturaleza en la ciudad.
Agradecemos a ONU Hábitat y al C40 el esfuerzo tan importante que se está desarrollando, porque permite transformaciones muy concretas. Por ejemplo, la de Milán, que fue un programa basado en esta visión de estrategia territorial, con 200 millones de euros de inversión para este programa de servicios a menos de 15 minutos, incluyendo la movilidad en bicicleta. Buenos Aires lo incluyó en su código de transformación y, le decía a Carlos Martínez, que al Infonavit lo tengo muy bien ubicado y lo presento en mis conferencias alrededor del mundo por lo que ha hecho recalificando la necesidad de los servicios a un radio de menos de 2.5 km. En Chengdu, China, allá le llaman los círculos de vida de 15 minutos; también en pequeñas ciudades en Túnez como Sousse, muy pequeñas ciudades rurales en el sur de Francia y, claro está, el gran programa de transformación urbana con ONU Hábitat.
Muchas gracias por su atención.
Notas
1. La Carta de Atenas es un manifiesto urbanista que fue redactado en 1933, a bordo de la nave Patris II en la ruta Marsella-Atenas-Marsella, durante el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna; posteriormente fue publicado por Le Corbusier en 1942. Entre muchas otras cosas, el manifiesto propone una separación funcional de los lugares de residencia, ocio y trabajo de las ciudades, es decir, la zonificación. Para más información, consultar http://www-etsav.upc.es/personals/monclus/cursos/CartaAtenas.htm
2. Jaime Lerner (1937-2021) fue un arquitecto, urbanista y político brasileño, alcalde de Paraná en tres ocasiones, a quien se le atribuyen las exitosas políticas urbanas y la implementación del sistema integrado de transporte de aquella ciudad sureña de Brasil.
3. El expositor se refiere a Construir y habitar. Ética para la ciudad (Anagrama, 2018), del sociólogo estadounidense Richard Sennett, profesor en la London School of Economics y la Universidad de Nueva York.
4. En su célebre artículo “Le droit à la ville” (1967), el filósofo francés Henri Lefebvre planteó a la ciudad como “un espacio donde se proyectan las relaciones sociales”. En contraposición a los funcionalistas urbanos que predominaban en su época, propuso un enfoque alternativo con el “derecho a la ciudad”, entendiéndolo como un derecho a la vida urbana, al espacio público y a la decisión democrática.
5. El grupo de Liderazgo Climático o C40 lo integran varias ciudades que se comprometieron a reducir las emisiones responsables del calentamiento global a la atmósfera y adaptarse al cambio climático. A la fecha está formado por 96 ciudades de todo el orbe, 27 de ellas ya establecieron el objetivo de ser neutrales en carbono antes de 2050. Para más información, consultar https://www.c40.org/
6. Jane Jacobs es una periodista y activista sociopolítica canadiense, autora de Vida y muerte de las grandes ciudades, considerado uno de los libros más influyentes sobre planificación urbana y ciudades del siglo XX.
7. El IPCC fue creado en 1988 para facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. Más información en https://www.ipcc.ch/
8. El documento puede consultarse en la siguiente liga: https://web-assets.bcg.com/74/33/14077446434fa8685891ba0e2e69/bcg-decoding-global-ways-of-working-mar-2021.pdf
9. Se refiere al proyecto que la alcaldía de París emprendió en 2020, llamado “Rues aux écoles”, para “peatonizar” las calles y desincentivar el uso del automóvil, empezando por aquellas en las que hay escuelas o colegios. Para más información https://www.paris.fr/pages/57-nouvelles-rues-aux-ecoles-dans-paris-8197
10. “Embellir votre quartier”, programa lanzado en 2020, según la página web de la alcaldía parisina consiste en: “Para transformar los espacios de tu vida cotidiana, París ha iniciado el programa ‘Embellece tu barrio’ para contar con más zonas verdes, peatonales, ciclovías o incluso mobiliario urbano adaptado a los nuevos usos. Depende de ti decidir las intervenciones útiles y prioritarias para hacer de tu barrio o de tu calle un lugar más agradable, más accesible y más respirable. ‘Embellece tu barrio’ permite concentrar todas las transformaciones de un distrito en el mismo periodo y organizar mejor las obras en las calles de París, lo que tiene ventajas significativas para los residentes locales. Se distribuye en varias etapas: diagnóstico, consulta, planificación”. En una primera etapa consideró a 16 barrios de los diferentes distritos administrativos de la capital francesa; en 2022 se extendió a nueve más.
Referencias
Ortiz Flores, E. (2017). Producción social del hábitat y la vivienda. Introducción integrada con base en fragmentos de textos de difusión e incidencia alusivos al tema, redactados por el autor entre 2017 y 2023.
Ortiz Flores, E. (2017). Cómo integrar la producción social de la vivienda y el hábitat a las políticas públicas y a los esquemas financieros. En La Ciudad como cultura. Líneas estratégicas de política pública para la Ciudad de México. UAM. Programa Universitario de Estudios Metropolitanos.
Ortiz Flores, E. (2020). Producción social del hábitat. Procesos transformadores y nuevos desafíos. En CLACSO (Ed.), Desigualdades urbanas No. 1. Múltiples miradas para renovar una agenda urbana en crisis.
Ortiz Flores, E. (2022). Producción social del hábitat en América Latina. En El futuro de las ciudades, FLACSO, Ecuador.
Ortiz Flores, E. (2023). Derechos Humanos, comunitarios y de vida en la construcción de un mundo para todos. En REDES, vol. II, núm. 2, Ministerio de Vivienda y Urbanismo, Chile.
Ortiz Flores, E. (2023). Producción y gestión social del hábitat. Retos a la consolidación de su impacto social.
Rolnik, R. (2017). La guerra de los lugares. La colonización de la tierra en la era de las finanzas. Descontrol.