Este texto cuestiona la falta de una perspectiva infantil en el derecho a la vivienda, a pesar de que expertos han abogado durante décadas por incluir los intereses, necesidades, capacidades y vulnerabilidades de niñas y niños en la planificación y diseño urbano. Luego, presenta la Planificación Urbana Amigable con las Infancias (PUAI) como una alternativa a las decisiones adultocéntricas, destacando que va más allá de crear áreas de juego. También se exponen ejemplos de barrios y municipios que han aplicado los principios de la PUAI en la creación de Ciudades Amigables con las Infancias, beneficiando especialmente a las poblaciones más vulnerables. Finalmente, se sugiere que la implementación de la PUAI fortalece el derecho a una vivienda adecuada para las infancias, ya que promueve su desarrollo integral, salud, bienestar y conexión con el entorno natural, desafiando las prácticas urbanas tradicionales para fomentar ciudades más inclusivas y habitables para todas las edades.
Sabemos que el acceso a una vivienda adecuada es un requisito fundamental para el ejercicio y disfrute de otros derechos humanos, como salud, bienestar, empleo, seguridad, educación, entre otros. Sin embargo, poca atención se ha prestado al derecho de niñas y niños a una vivienda adecuada (González-Bueno, 2024). Aun cuando el artículo 27 de la Convención de los Derechos del Niño (CDN) reconoce el derecho a un nivel de vida adecuado para el desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social de las infancias, y establece que los Estados parte deberán adoptar medidas apropiadas para “ayudar a los padres y a otras personas responsables por el niño a dar efectividad a este derecho y, en caso necesario, proporcionarán asistencia material y programas de apoyo, particularmente con respecto a la nutrición, el vestuario y la vivienda” (Unicef, 2006).
Por desgracia, dentro de las leyes y las políticas públicas nacionales e internacionales relacionadas a la vivienda, las niñas y los niños son invisibles y se les asume como un anexo a la célula familiar (Singh et al., 2022). Esta lamentable ausencia de consideración hacia la infancia en el contexto de la vivienda merece una reflexión profunda y una apuesta por medidas que les incluya como sujetos de derechos con intereses, necesidades, capacidades y vulnerabilidades específicas (González-Bueno, 2024). En particular porque la vivienda y el entorno urbano son determinantes claves en su salud, comportamiento y desarrollo integral, lo que impacta no solo su infancia, sino el resto de su vida adulta.
El desarrollo de las habilidades cognitivas, físicas, emocionales, sociales y creativas depende en gran medida de las interacciones positivas o negativas2 que tengan las niñas y los niños con el entorno urbano. Sin embargo, el espacio para las infancias usualmente se ve limitado al playground o espacio de juego, omitiendo todo el tejido urbano como lugar cotidiano y necesario (Dannenberg et al., 2019).
A través de las décadas se han observado variados e inspiradores esfuerzos por vincular la perspectiva amigable con las infancias con el desarrollo urbano. Durante la posguerra, Aldo Van Eyck y la División de Desarrollo Urbanístico de Ámsterdam crearon la primera red de espacios públicos de juego a nivel ciudad. Un par de décadas más tarde, en Estados Unidos, Jane Jacobs, a través de su obra maestra Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, celebraba la complejidad del tejido urbano y explicaba que “los niños en las ciudades necesitan una variedad de lugares para jugar y aprender […] entre otras cosas, oportunidades para toda clase de deportes y ejercicio y habilidades físicas […]. Sin embargo, al mismo tiempo, necesitan un espacio propio no especializado, al exterior donde puedan jugar, pasar el rato y que les ayude a formar sus nociones del mundo” (Jacobs, 1961).
Posteriormente, hacia finales de la década de 1970, Kevin Lynch exploró y profundizó en la complejidad del territorio de la infancia y la adolescencia en su libro Crecer en las ciudades.3
Finalmente, para la última década del siglo XX se establece la Convención de los Derechos del Niño (1989) y nace la iniciativa de Ciudades Amigables con las Infancias, la cual se establece desde la Unicef y ONU-Hábitat con el objetivo de que las ciudades sean lugares habitables para todas las personas.4 Desafortunadamente, aún con el alcance global de esta última, el impacto en la planificación y el diseño urbano fue (y ha sido) limitado.
Por fortuna, en los últimos años, la perspectiva amigable con las infancias ha retomado fuerza a través de iniciativas, programas, reportes, guías y cajas de herramientas que buscan influir sobre los procesos de toma de decisiones para el desarrollo urbano e incluir las voces de niñas y niños.
En el marco de este auge surge como un campo emergente la Planificación Urbana Amigable con las Infancias (PUAI). Esta iniciativa ofrece una alternativa a la toma de decisiones desde la perspectiva adultocéntrica, donde las infancias no son observadas como sujetos de derechos, sino como seres incapaces de tomar decisiones y objetos propiedad de sus familias. Lozano y Ríos (2020) señalan que “bajo la directriz del adultocentrismo, la ciudad contemporánea ha fracasado en ser un lugar de significado, identidad y juego”, en cambio, ha materializado un entorno que invisibiliza a niñas y niños, y donde el ejercicio de sus derechos y libertades se ve restringido en nombre de su propia seguridad (Hernández, 2018).
De manera que, el acceso al espacio público, a la movilidad, al juego, a una vivienda adecuada y a las oportunidades para el futuro se encuentran limitadas, vigiladas o condicionadas por las personas adultas y sus decisiones.
Al respecto, la PUAI aboga por abordar la planificación y el diseño de ciudades desde una perspectiva sistémica que posibilite una mejora en el bienestar, el desarrollo integral, la salud física y mental, así como la educación de niñas y niños, entre otros aspectos. Esta perspectiva va más allá de la simple creación de espacios de juego, pues busca reconfigurar la manera en que se planifican y diseñan las calles, los parques, las plazas y todos los espacios públicos para que las infancias expandan su territorio de acción, desarrollen gradualmente su independencia a la par de que exploran su entorno, se muevan con libertad y encuentren nuevas experiencias. Es decir, que disfruten de sus barrios y ciudades mientras crecen.
Dado que el acceso de las niñas y los niños a una vivienda adecuada “contribuye a eliminar la pobreza infantil; mejorar la salud; crear entornos educativos propicios; […] mejorar el bienestar, la seguridad y la movilidad” (Singh et al., 2022), entre otros; podemos decir que la PUAI fortalece el derecho a una vivienda adecuada para todas las niñas y los niños al priorizar su desarrollo integral, salud y bienestar; fomentar la conexión con el mundo natural y abogar por la sostenibilidad urbana; desafiar la cultura de aversión al riesgo mientras busca garantizar la seguridad y protección de las niñas, niños y adolescentes; y promover la consolidación de comunidades más fuertes y resilientes.
Libertades cotidianas en las Ciudades Amigables con las Infancias
Para poder entender a fondo la PUAI es necesario aclarar dos conceptos claves: las libertades cotidianas y la infraestructura para niñas y niños. El primero combina la capacidad de jugar y socializar con altos niveles de movilidad independiente (Dohna et al., 2017); y el segundo se refiere al sistema interconectado de espacios públicos, calles, naturaleza y momentos que materializan las características de las Ciudades Amigables con las Infancias.
Jugar refiere a “todo comportamiento, actividad o proceso iniciado, controlado y estructurado por los propios niños; tiene lugar donde quiera y cuando quiera que se dé la oportunidad […] es voluntario, obedece a una motivación intrínseca y es un fin en sí mismo, no un medio para alcanzar un fin” (Comité de los Derechos del Niño, 2013). A través del juego, las niñas y los niños exploran el mundo que les rodea, construyen su posición social y sentido de pertenencia en las comunidades y desarrollan habilidades sociales, emocionales, físicas, cognitivas y creativas.
La movilidad independiente de niñas y niños (CIM, por sus siglas en inglés: Children’s Independent Mobility) se relaciona con la libertad y capacidad de desplazarse en el entorno urbano sin la compañía de una persona adulta. La CIM depende de muchos factores como la disponibilidad de cosas por hacer, la proximidad, la existencia de cruces peatonales y calles completas, la edad y el género, la red de transporte público y, principalmente, las percepciones de seguridad tanto de niñas y niños como de las personas responsables de crianza (Dohna et al., 2017).
La infraestructura para las infancias, además de abarcar los espacios y su disposición, también refiere a las posibilidades que el entorno urbano nos ofrece, como se observa en la Figura 1. Por ejemplo, un macetero de concreto puede ser adorno, asiento, juego para trepar y superficie para deslizarse con la patineta. Al contrario de la arquitectura hostil, pensar en términos de posibilidades estimula la creatividad en el diseño para el juego y el entorno urbano.
Desarrollo integral, salud y bienestar
Un entorno urbano diseñado para fomentar el juego libre y la CIM (a pie o en bicicleta) prioriza el desarrollo integral, la salud y el bienestar de la niñez. La actividad física en una edad temprana ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, fortalecer los huesos y los músculos, controlar el peso,5 entre otros (Gill, 2021). Esto no solo impacta a las infancias, sino también a sus responsables de crianza,6 porque cuando niñas y niños pueden moverse con libertad, las personas adultas también lo hacen.
La ciudad belga de Gante —reconocida como una de las ciudades más amigables con las infancias— puso en práctica, desde 2012, algunos principios que ahora integra la PUAI, a través de un proyecto municipal intersectorial que abarca: un plan de acción amigable para las infancias y la juventud; y un plan radical de circulación estratégica. El primero integra más de 180 medidas, entre ellas, espacios para el juego, el ocio y la socialización; mejoramiento de la infraestructura peatonal y ciclista; y procesos de participación infantil en diversos ámbitos (Gill, 2021).
La materialización de estas medidas se observa en la Rode Loper o Alfombra Roja (Figura 2), la cual conecta infraestructura para las infancias (una primaria y un kínder); espacios públicos existentes y nuevos; incentivos de juego en momentos inesperados; y nueva infraestructura peatonal y ciclista (Seghers, 2018).
La segunda iniciativa combina cierres estratégicos de calles, zonas libres de coches, cambios en las zonas de estacionamiento y reducción de los límites de velocidad en zonas centrales. Los resultados de este radical plan observaron un incremento en los desplazamientos en bicicleta de 23% a 60%, mientras que aquellos en vehículos motorizados decrecieron de 55% a 27%, además el dióxido de nitrógeno (NO2)7 disminuyó 20% tan solo en un año (Gill, 2021).
De acuerdo con Ameenuddin et al. (2018), se ha demostrado que el juego provoca cambios en la estructura molecular y la función celular del cerebro, impactando positivamente el comportamiento del ser humano, sobre todo en el desarrollo de las habilidades socioemocionales y las funciones ejecutivas. En otras palabras, el impacto positivo del juego se extiende más allá de promover una buena salud física, también mejora la salud mental, el desarrollo cognitivo y el bienestar integral.
Es a través del juego que niñas y niños aprenden a colaborar, a solucionar problemas, a autorregularse, a reflexionar, a comunicarse y a explorar límites personales. De esta manera, el juego, la movilidad independiente y la PUAI refuerzan la importancia de los elementos de ubicación y habitabilidad hacia la construcción de vivienda amigable con las infancias.
Sostenibilidad urbana y conexión con el mundo natural
Una Ciudad Amigable con las Infancias fomenta la conexión con el mundo natural e integra los valores de la sostenibilidad urbana. En 2014, Gill, después de revisar metódicamente la evidencia empírica de más de 60 estudios sobre los beneficios de interactuar con la naturaleza durante la infancia, concluyó que vivir en cercanía y pasar tiempo en espacios verdes se asocia con una mayor actividad física; mejora la salud mental y la regulación emocional (tanto para grupos específicos como infancias con TDAH, como para infantes en general); y crea una conexión así como un fuerte sentido de pertenencia con el mundo natural que perdura en la adultez. Además, la evidencia también indica que jugar en entornos naturales mejora las habilidades motoras, la confianza en sí mismo, el lenguaje, la comunicación y el conocimiento medioambiental. Aunado a esto, las niñas y niños que participan en programas de jardinería o interactúan con un entorno natural dentro de las instalaciones escolares observan mejoras en el aprendizaje científico, hábitos alimenticios, desarrollo de habilidades sociales, mayor autocontrol y conciencia de sí mismos.
Los espacios verdes urbanos también benefician a las personas mayores y a los adolescentes, pues les ofrecen sitios para ser visibilizados, socializar y fortalecer su salud emocional. Además, los parques y entornos naturales que albergan actividades intergeneracionales ayudan a construir un sentido de pertenencia comunitario a través de la formación de vínculos con otras personas y con el medioambiente (Dohna et al., 2017).
Los Barrios Amigables con las Infancias son muy parecidos a los Barrios Sostenibles88 y a las Ciudades de 15 minutos,9 donde hay redes de infraestructura verde —parques y espacios de naturaleza y juego fácilmente accesibles y conectados entre ellos—; los servicios, las tiendas y los centros de trabajo están cerca; y se prioriza la movilidad independiente y sostenible con sistemas de transporte interconectados.
El plan maestro de Vauban (Friburgo, Alemania) priorizó el juego libre, espacios de naturaleza interconectados, redes de infraestructura peatonal y ciclista, energías renovables y un tren de acceso directo al centro de la ciudad. Un barrio de densidad media-alta para 5 500 personas aproximadamente, donde todas las familias viven en edificios de departamentos (de cuatro o cinco pisos) que tienen acceso directo a un espacio público, ya sean espacios de naturaleza o calles con acceso vehicular restringido. En este barrio, la tenencia de automóviles es baja y aquellas familias que sí tienen vehículo deben estacionarlo en uno de tres estacionamientos que se encuentran en la periferia. Los espacios públicos específicos para el juego son limitados, en cambio se promueven los momentos de juego inesperados con infraestructura de posibilidades (Gill, 2021 y Darabi, 2018).
Replicar el ejercicio de Vauban en territorio mexicano podría parecer imposible. Sin embargo, la implementación de los principios de la PUAI, así como se sugiere para una vivienda adecuada, debe acompañarse de procesos de adecuación cultural porque el objetivo a largo plazo de estos barrios o vecindarios amigables con las infancias es promover una cultura sostenible desde una edad temprana, para lo cual debe existir un entendimiento profundo de las estructuras tanto sociales como territoriales. De acuerdo con Gill (2021), para realmente poder enfrentarnos al cambio climático tenemos que priorizar la movilidad sostenible —caminar, andar en bicicleta, tomar el transporte público— y cambiar nuestro paradigma de consumo de alimentos, recursos naturales y espacio.
Aversión al riesgo, seguridad y protección
La PUAI desafía la cultura de aversión al riesgo mientras busca garantizar la seguridad y protección de niños, niñas y adolescentes. De acuerdo con Arquitectura para el Juego Urbano (2018), en México, la perspectiva amigable con las infancias se enfrenta al desarrollo urbano centrado en el automóvil y adultocentrista; a la falta de tolerancia social para con las infancias en el espacio público, especialmente con las y los adolescentes; a una percepción de inseguridad generalizada que se desborda; a la inseguridad real que tiene que ver con los incidentes viales (que por cierto, son la primera y segunda causa de muerte en niñas y niños de infancia media1010 y adolescencia,11 respectivamente) y la violencia por parte de grupos del crimen organizado; y a la falta de inclusión y entendimiento de las infancias como sujetos de derechos, desde las esferas políticas.
La palabra ‘riesgo’ usualmente tiene una connotación negativa, pero en el contexto del juego no significa acercarse al peligro, sino otorgar libertad a niñas y niños para decidir qué tan alto trepar, cómo explorar, ensuciarse sin miedo al reproche, caminar por el barrio, etc. (Babcock et al., 2015). En 2022, cuando Sally Capp —alcaldesa de Melbourne, Australia— inauguró un espacio de juego de riesgo, diseñado por el artista Mike Hewson, bajo el pleno entendimiento de los beneficios para el desarrollo integral de las infancias, la dicotomía del riesgo y el adultocentrismo dividieron la opinión pública. Por un lado, personas líderes de opinión consideraban que el espacio era demasiado peligroso y un gasto innecesario para el ayuntamiento; por otro, las niñas y los niños no podían dejar de subir, bajar, trepar y reír, el espacio se llenó de familias que interactuaban, jugaban e integraban el riesgo y sus beneficios a través de una experiencia controlada (Hennessy, 2022).
Mejorar la seguridad real toma tiempo e implica enfrentar retos sistémicos, pero está demostrado que mejorar la seguridad percibida permite una ciudad más agradable, amigable y atractiva (Dohna et al., 2017). La presencia de niñas y niños en las calles genera una percepción de seguridad general, lo que ayuda a reducir el estrés de las personas responsables de su cuidado y crianza, quienes a su vez permiten a las infancias explorar e interactuar con su entorno, favoreciendo la confianza en ellas mismas, en sus habilidades y en su capacidad para explorar sus límites personales.
Comunidades más fuertes y resilientes
La PUAI promueve la consolidación de comunidades más fuertes y resilientes. Un estudio de conjuntos habitacionales (Bornat, 2016) descubrió que aquellos donde existían redes peatonales libres de tráfico, límites de velocidad bajos, espacios públicos accesibles y en cercanía de las viviendas, presentaban niveles de actividad comunitaria más altos y menores niveles de mal comportamiento en niñas y niños en edad escolar. La interacción social positiva entre personas de todas las generaciones ayuda a generar un sentido de pertenencia y comunidad.
En 2011, Hart y Parkhurst replicaron en Bristol, Reino Unido, una metodología previamente desarrollada por Donald Appleyard en 1969 para investigar el vínculo entre los niveles de tráfico vehicular y la interacción social entre vecinos. Hart y Parkhurst observaron calles con niveles de tráfico vehicular ligero y descubrieron que en las calles donde pasan menos los automóviles (140 vehículos/día) las personas tienen una percepción positiva de su calle y suceden más interacciones vecinales, es decir, las personas tienen más amigos, conocidos y se tomaban el tiempo de charlar con otras vecinas y vecinos. De manera general, las personas que pertenecen a comunidades muy unidas tienen más probabilidades de sobrevivir en caso de desastres naturales, en situaciones de peligro (como un asalto) y hasta en situaciones que impliquen un riesgo a la salud física y mental (Hart y Parkhurst, 2011).
El desarrollo del complejo Cantinho do Céu (Rincón del Cielo), parte del programa de mejoramiento de barrios marginales de Sao Paulo, Brasil, benefició a 40 000 familias y evidenció el poder de la inversión en espacio público dirigido a familias e infancias, para reducir la desigualdad urbana y reforzar el derecho a la ciudad de todas y todos (Astbury, 2024). Esta favela creció sobre territorio que se vendió ilegalmente, y como en muchas otras, los residentes al no tener los papeles de propiedad en orden, corren el riesgo de ser desalojados, por eso muchas veces las comunidades piden la regularización; sin embargo, esta trae como riesgo la gentrificación. Este proyecto priorizó la seguridad de tenencia de las familias, creó un parque lineal (una parte con el objetivo de la preservación y conservación y la otra para el juego y la interacción social), integró una red de rutas peatonales e intercambió calles vehiculares por equipamiento deportivo.
Conclusiones
Implementar los principios de la Planificación Urbana Amigable con las Infancias fortalece el derecho a la vivienda adecuada, porque colocar a niñas y niños al centro de la toma de decisiones demanda la integración de acciones que consoliden la seguridad de tenencia y asequibilidad de la vivienda; así como que mejoren la disponibilidad de servicios, infraestructura y habitabilidad general del contexto.
Además de fortalecer el derecho a la vivienda adecuada, la PUAI tiene también el potencial de beneficiar especialmente a las poblaciones más vulnerables, al promover la equidad y la justicia social en la planificación y el diseño urbano.
También contribuye de manera significativa a la sostenibilidad ambiental de las ciudades y al fortalecimiento de su capacidad de respuesta y resiliencia ante los desafíos inminentes derivados del cambio climático y las crisis sociales.
En México, los retos que enfrenta la PUAI son sistémicos y se entrelazan unos con otros, sin embargo, esta perspectiva puede ayudar a líderes, tomadores de decisión, diseñadores de política pública y profesionales urbanos a imaginar ciudades más humanas, donde la Vivienda Adecuada Amigable con las Infancias sea un derecho articulador y una realidad.
Notas
1. Es importante señalar que también es necesario replantear cómo se desarrolla el trabajo para cubrir las necesidades de vivienda de niñas y niños, especialmente porque las estructuras tradicionales no cubren por completo las necesidades de niñas y niños en situación de calle, en orfandad o en migraciones, ya sean locales o internacionales.
2. Las experiencias positivas incluyen: estimulación sensorial y motriz, interacción con otras niñas y niños, así como con otras generaciones, sentido de pertenencia, sensación de.seguridad y protección, entre otras. Las experiencias negativas incluyen: estrés, exposición a la contaminación (ambiental, auditiva, etc.), inseguridad, abandono, entre otras (Lozano.y Ríos, 2019).
3. A través de entrevistas y dibujos, se le preguntó a niñas, niños, adolescentes y algunas personas responsables de crianza en Argentina, Australia, México y Polonia, que describieran y mapearan aquellos espacios donde viven, trabajan, juegan, estudian y pasan el rato.
4. Esta fue la resolución aprobada durante la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos (Hábitat II).
5. En México, 1 de cada 20 niñas y niños menores de 5 años y 1 de cada 3 entre los 6 y 19 años padece sobrepeso u obesidad, colocando al país entre los primeros lugares en obesidad infantil a nivel mundial (Instituto Nacional de Salud Pública y Unicef México, 2015).
6. El concepto de responsables de crianza se acuñó para referirse a todas aquellas personas adultas a cargo de niñas y niños desde sus primeros años de vida, pueden ser la madre o el padre biológico, tutores, familiares o cuidadores (Lozano y Ríos, 2019).
7. De acuerdo a la Semarnat (2018), la acumulación de dióxido de nitrógeno en el cuerpo constituye un riesgo para las vías respiratorias, además de ser reconocido como uno de los precursores del ozono.
8. Los barrios sostenibles son una propuesta de ONU-Hábitat (UN-Habitat, 2014), donde se afinan y resumen las teorías de planificación y desarrollo sostenible buscando construir una nueva relación entre el entorno urbano y sus habitantes. Este enfoque se basa en cinco principios —contar con espacio adecuado y una red eficiente para las calles; alta densidad; uso de suelo mixto; mezcla social; y especialización limitada del uso de suelo— que apoyan las tres características claves de las ciudades y los barrios sostenibles: compactos, integrados y conectados.
9. Las ciudades de 15 minutos son un concepto acuñado por el profesor Carlos Moreno y su equipo en la Universidad de París IAE-Panteón Sorbona, donde el objetivo es no solo reducir las distancias de desplazamiento y la contaminación ambiental, sino tener cerca servicios, comercios, fuentes de empleo, salud, cultura, educación y espacios públicos (Moreno, 2023).
10. La infancia media abarca de los 6 a los 11 años de vida, durante esta etapa se consolida el desarrollo físico, cognitivo y emocional, los cuales dependen del ambiente escolar y del hogar (Unicef México, 2018).
11. La adolescencia abarca de los 12 a los 17 años de vida, durante esta etapa se experimentan cambios físicos y mentales, se acelera el crecimiento, incrementa la capacidad de reflexión y participación en aspectos del mundo que les rodea (Unicef México, 2018).
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