A poco más de 80 años de que María Luisa Dehesa Gómez Farías se convirtiera en la primera arquitecta mexicana, el presente documento hace un merecido reconocimiento a las pioneras de esta disciplina en nuestro país. A lo largo del texto se recupera la obra de mujeres profesionistas que, desde su trinchera como arquitectas, urbanistas o agrimensoras, “hicieron ciudad”; ya sea colaborando con el incipiente desarrollo de la vivienda social en nuestro país o con la mejora del equipamiento urbano.
¿Cómo hacen las mujeres arquitectas para sortear las dificultades de esta profesión, sumadas a las de género? ¿Cuáles son los campos en que más se desempeñan? ¿Con qué sacrificios y recompensas se topan en el ejercicio de su profesión? ¿Encontrarán, en un futuro cercano, más oportunidades de participar en la construcción y desarrollo de nuestro país? Estas y muchas otras preguntas rondaban por mi mente en 1997, cuando escribía mi tesis para obtener el grado de Maestra por la UNAM.
Mi propósito con dicha investigación era dar a conocer la trayectoria de las mujeres en este ámbito, de 1932 —año en que ingresan a la Escuela Nacional de Arquitectura las tres primeras alumnas— a 1994, el año que corría cuando inicié este trabajo. Luego de 26 años, retomo aquel documento y presento aquí una breve síntesis.
Reconocimiento tardío
Las mujeres han sido pieza fundamental en la construcción y desarrollo arquitectónico de las ciudades más importantes de México. Tanto en la obra pública como en la privada, las mujeres arquitectas han dejado una huella indeleble, aun cuando, hasta nuestros días, no haya habido una sola heredera del poder y la gloria en el área proyectual mexicana. El reconocimiento, además de escaso, sigue confinado al ámbito doméstico. Por ello es importante contar el papel que las mujeres han desempeñado en esta historia.
Con todo y todo, desde mediados del siglo XX, mujeres han sido parte de proyectos tan importantes en nuestro país como el conjunto urbano de Nonoalco-Tlatelolco y Ciudad Universitaria, por mencionar algunos.
En la arquitectura, como en todos los campos profesionales, la incorporación de las mujeres fue lenta y complicada. Aun así, grandes exponentes han destacado desde hace más de 80 años en esta profesión y hoy hay excelentes arquitectas que disfrutan los frutos sembrados por las pioneras.
En 1939, cuando iniciaba la Segunda Guerra Mundial con Lázaro Cárdenas en la presidencia de la república, las mujeres estaban por hacer historia en este terreno.
Las pioneras
El día que cambió la historia
El 17 de julio de 1939, María Luisa Dehesa Gómez Farías se convirtió en la primera arquitecta titulada en nuestro país. Su presencia cambió el juego dentro del mundo arquitectónico y más mujeres descubrieron que era posible estudiar esta carrera.
Para 1965 se habían recibido 119 arquitectas y las cifras han seguido aumentando. Según registros del Portal de Empleo de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en 2014 había más de 40,000 mujeres profesionistas de esta carrera.
El papel de la mujer en la construcción del hogar
Es importante preguntarnos cuántas mujeres, sin ser arquitectas, han participado en la construcción de sus hogares, escuelas, centros de salud y mercados. En las comunidades de bajos recursos la autoconstrucción es habitual, y ellas han tomado la cuchara y la mezcla para brindar un hogar a su familia.
Desde los años sesenta, muchas profesionistas han apoyado con asesoramiento, diseño y capacitación técnica a grupos de autoconstrucción encabezados por mujeres. Este acompañamiento ha permitido la edificación de comunidades enteras. En 1986, este modelo cobró gran importancia en las obras posteriores a los sismos, con la intención de recuperar viviendas para damnificados.
Las mujeres no temen ir por todo, desde la obtención del predio, la lucha por servicios básicos y el reconocimiento institucional de su derecho a la regularización de su propiedad, hasta cavar zanjas, pegar tabiques, pintar, hacer labores de plomería, electricidad o soldar, con la única intención de forjar un patrimonio para ellas y sus hijos.
Por otro lado, suelen ser las mujeres quienes mejor entienden las necesidades del hogar, incluyendo aspectos relacionados con el espacio que habita la familia, como ambientación y funcionalidad, razón por la cual su perspectiva femenina, desde el momento de la planeación, toma especial relevancia.
Las arquitectas en la escuela y el campo laboral
La trayectoria de las mujeres en la academia fue un camino sin explorar hasta 1932, cuando las primeras estudiantes ingresaron en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM. Para 1940 lo hicieron algunas otras en el Instituto Politécnico Nacional, cursando la carrera de Ingeniero-Arquitecto, y en 1955 la Universidad Iberoamericana tuvo sus primeras inscripciones femeninas.
Al salir al campo productivo, el principal trabajo para el que se les contrataba era el de dibujantes. Sin embargo, fueron consiguiendo puestos como jefas de taller o al frente de algunas oficinas de arquitectura en el sector público. Esta tendencia continuó en los años subsecuentes.
Las historias de las mujeres en la arquitectura son diversas, interesantes y llenas de metas alcanzadas. En representación de sus familias, comunidades, estados, países y, sobre todo, de su género, las siguientes son, en mi opinión, las arquitectas que construyeron nuestro país y se convirtieron en iconos de profesionalismo.
La primera de México: María Luisa Dehesa Gómez Farías
María Luisa fue parte de la segunda generación de mujeres inscritas en la carrera de Arquitectura de la Real Academia de San Carlos. En 1937 trabajaba como dibujante en un despacho, motivo por el cual su proyecto final de carrera se fue retrasando. Para recibirse, María Luisa desarrolló el proyecto de tesis de un Cuartel de Artillería; para su trabajo preliminar recopiló información basándose en hechos y costumbres de la vida real en un cuartel y elaboró el planteamiento del programa arquitectónico. En su propuesta realizó alternativamente un estudio anexo sobre la vida de la mujer del militar y un estudio de orden social sobre el hogar del soldado.
El propósito de este planteamiento era cumplir con los requerimientos profesionales y mejorar la vida de las personas. Las instalaciones debían ser funcionales para las actividades que se realizan en una casa habitación, tener la ubicación adecuada cerca de molinos de nixtamal y generar un ambiente sano para el crecimiento de sus hijos.
Antes de comenzar su prolífica carrera en la construcción, María Luisa impartió clases en la Universidad Motolinía, en el Colegio Francés y en la Escuela Central de México, en la Ciudad de México, a nivel secundaria y preparatoria.
Ya recibida, se le asignó la elaboración de varias casas habitación, edificios de departamentos, un anteproyecto de la estación de paso en Xalapa, Veracruz, y una iglesia en Ocuilan de Arteaga, en el Estado de México. En 1953 comenzó a laborar en la Dirección de Pensiones Civiles —donde actualmente es el ISSSTE—, y luego ingresó a la Secretaría de Comunicaciones y Obra Pública.
Un paso relevante en su carrera fue iniciar su trayectoria gremial en 1939 como parte de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, A.C., pero su más grande logro en este ámbito fue ser socia fundadora de Arquitectas Mexicanas, A.C., la primera asociación en nuestro país para mujeres profesionistas en este rubro.
La arquitecta María Luisa Dehesa Gómez Farías de Millán participó en la primera Conferencia Internacional de Mujeres Ingenieras y Científicas. Asimismo, recibió importantes reconocimientos y distinciones.
María Stella Flores Barroeta, arquitecta emblemática
Desde su primera colaboración en un proyecto de 1949, su talento fue evidente. La arquitecta titulada en la UNAM hizo sus pininos en la construcción de los edificios complementarios —o de servicios— del Multifamiliar Miguel Alemán, una de las obras emblemáticas para la transformación del paisaje urbano de la Ciudad de México.
María Stella tenía una gran capacidad organizativa; si a esto agregamos su capacidad proyectual, no es sorpresa que Mario Pani le haya invitado a participar como jefe de taller del proyecto Conjunto de Ciudad Universitaria (1950-1954), uno de los trabajos más ambiciosos y significativos en la arquitectura de nuestro país.
Como si estas dos obras monumentales no fueran suficientes, al término de su participación en la construcción de Ciudad Universitaria se incorporó al proyecto del conjunto Centro Médico Nacional. Ahí fue nombrada encargada y directora de la obra del Edificio para Habitaciones de Médicos Internos y Enfermeras, una asignatura invaluable para una profesionista con sólo cinco años de experiencia.
Años después fungió como arquitecta colaboradora de una construcción que, a la postre, se volvería Patrimonio Cultural de la Ciudad de México: el Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos, mejor conocido como Nonoalco-Tlatelolco.
María Stella Flores Barroeta se convirtió en pionera en su campo, además de pieza indispensable en la realización de obras fundamentales en la arquitectura contemporánea de nuestro país.
Las grandes impulsoras del desarrollo urbano
Gracias a su experiencia de más de 40 años en el campo profesional y en la jefatura delegacional de Xochimilco (1998-2000), la doctora Estefanía Chávez Barragán —fallecida a principios de este año— se enfocó en edificar una ciudad con y para la gente. Lo demostró desde su tesis, un proyecto arquitectónico de un conjunto de viviendas para trabajadores de Pemex en Tierrablanca, Veracruz. Se especializó en la observación, investigación y análisis al coordinar un grupo de urbanistas y profesionales, con el fin de participar como coautores de la ciudad, viendo el paisaje como un todo y no como creadores aislados, con su método Planeación Operativa, que consiste en “planear haciendo y lo hagan sabiendo”. Su larga y significativa trayectoria valió para considerarla como pionera en la incorporación de la perspectiva de género en la problemática de las ciudades, junto con su hermana Margarita.
Otra pieza importante en la realización de proyectos y mejoramiento de viviendas en la Ciudad de México fue María Emilia (Pía) Herrasti A., quien fue parte del Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos, A.C. (Cenvi), con una labor relevante en el establecimiento de la identidad del primer cuadro de la ciudad.
La unión hace la fuerza, tres mujeres con compromiso social
María de la Paz Becerril Albarrán, Valeria Prieto López y Noemí Rodríguez de la Vega formaron, en 1967, la Agrupación Femenina de Arquitectos, A.C. Su objetivo principal era la investigación en el medio rural para la mejora de comunidades del Estado de México en aspectos sumamente relevantes, como salubridad, comunicación, economía, educación y posibilidades industriales y agropecuarias.
Noemí Rodríguez destacó por su desempeño en dos grandes proyectos: trasladar el pueblo de Balsas a tierras más altas, luego de que se inundara la presa El Caracol, en Guerrero; y reubicar el cementerio de la comunidad a un nuevo emplazamiento, esta última obra realizada junto con María de la Paz Becerril.
A su vez, Valeria Prieto L. generó una investigación que derivó en el libro La vivienda campesina en México, además de crear la Sociedad de Arquitectura Vernácula y Patrimonio en la década de 1990.
Del magisterio al trabajo en campo
La satisfacción de compartir conocimiento es inigualable, pero estas mujeres lograron dividirse en dos y compaginar su actividad docente con el trabajo en campo.
Un ejemplo de ello lo encarna la maestra Josefa Saiso Sempere, quien, además de desarrollar talleres para la UNAM, quien ganó el concurso de vivienda Foonhapo (Fondo Nacional de Habitaciones Populares), junto a su socio Cuauhtémoc Vega M., con el que pudo realizar una obra de 500 casas en Acapulco, Guerrero, en 1987.
Por otro lado, la primera docente en cumplir 40 años de servicio en la Facultad de Arquitectura de la UNAM fue Aurora García Muñoz, una entrañable maestra que creó los diseños de las cocinas integrales de la marca Delher. Su modelo Delhereta se instaló en los multifamiliares de la Unidad Habitacional Tlatelolco.
Otro gran ejemplo del compromiso con la enseñanza y la labor social es María del Carmen Huesca Rodríguez, quien motivó a sus estudiantes a ser partícipes en la autoconstrucción de viviendas para las familias afectadas por el sismo de 1985, en las colonias Guerrero, Morelos y Tepito.
Por último, tres catedráticas cuyo ejercicio docente se enfocó en el impulso de nuevas tecnologías: Rosalía Zepahua Peralta, en materiales alternativos para casas ecológicas; Reine Mehl Strauch de W. promoviendo avances hidrosanitarios y eléctricos para viviendas de bajo costo; y Luz María Beristáin Díaz, quien dedicó gran parte de su vida a divulgar avances tecnológicos a nivel mundial.
Trabajo social que deja huella
Con el auspicio de diversos organismos no gubernamentales, María Bertha García Casillas trabajó en la Fundación para el Apoyo a la Comunidad – FAC durante 10 años en la creación de más de 3,000 viviendas y proyectos comunitarios posteriores a los sismos de 1985, apoyando a personas de bajos recursos.
Otros estados de la república también han sido intervenidos por el grupo de apoyo solidario Espacio Máximo Costo Mínimo y la Fundación Amor, A.C., que cuenta entre sus colaboradoras a María Eugenia Hurtado A., Mónica Portnoy, Sonia Carrillo Salazar y Maricela Cabañas, quienes formaron parte de proyectos y obras en San Luciano, Campeche, y realizaron múltiples intervenciones arquitectónicas en Sinaloa para ayudar a los pueblos del municipio de Ahome y a los indios mayos. Entre ellas se puede destacar el apoyo prestado a 1,400 familias afectadas por la inundación del río Fuerte y la proyección y construcción de las plazas centrales de los poblados, escuelas, centros de salud, mercado, tiendas y viviendas con capacidad de crecimiento progresiv, con base en componentes de cerámica armada en los poblados de aquella región sinaloense (San Miguel Zapotitlán, Las Crucecitas e Higuera de Zaragoza).
En Tabasco, el papel de Sonia Carrillo fue fundamental para implementar tecnologías alternativas de bajo costo en la autoconstrucción de escuelas, viviendas, centros urbanos y casas.
De igual forma, Diana Manzanos y Lourdes García Vázquez trabajaron muchos años en las obras de la Cooperativa de Vivienda – Copevi, con ayuda de la incansable luchadora Silvia Almeida de Pérez.
En San Luis Potosí, Guadalupe Salazar se enfocó en la implementación de tecnologías específicas, apropiadas para comunidades rurales.
Lucila Veloz Gutiérrez ha colaborado con un gran impulso al mejoramiento de vivienda e imagen urbana en Guanajuato.
Alba Luz Máynez Segura ha sido una arquitecta clave para el entorno urbano de Ciudad Juárez, Chihuahua, creando fuentes de trabajo y promoviendo la defensa de los sectores desprotegidos de la población.
El corazón de México está en las comunidades
La intervención de las grandes arquitectas mexicanas no se limita a las grandes ciudades. Su trabajo ha sido fundamental para llevar bienestar a los rincones más alejados. Fue el caso de Elvia María González Canto, quien ayudó a múltiples comunidades populares yucatecas. Junto con Liliana Góngora y Fernando Medina Casares desarrollaron arquitectura de bajo costo adecuada para clima extremo.
Otra arquitecta que se involucró en el tema de los climas extremos fue Lucía Villanueva, quien trabajó junto a Sergio Martínez en la instalación de instrumentos de medición de temperatura y generaron aplicaciones óptimas para el hogar en estados como Morelos y Guerrero.
La participación de la mujer en la arquitectura de nuestro país ha sido de suma importancia; desde las autoconstructoras, ingenieras, maestras, promotoras, políticas, hasta las arquitectas, todas han sido pieza medular en la conformación del paisaje mexicano. Su trabajo no ha sido estar al lado o detrás de un hombre, sino al frente brindar infraestructura para que la población pueda ejercer su derecho a tener una vivienda para su desarrollo.
La tarea no está cerca de terminar. La brecha de género sigue siendo un tema de peso, pero, gracias a estas prolíficas mujeres, el panorama hoy es más accesible. El sendero está trazado, falta que las nuevas generaciones actúen en consecuencia con los grandes logros de sus predecesoras, las mujeres que construyeron México.
Arquitectas recibidas en la Escuela Nacional de Arquitectura (UNAM),
en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (IPN)
y en la Escuela de Arquitectura (UIA), hasta 1965

Arquitectas egresadas de la Facultad de Arquitectura de la UNAM
y de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN
en los últimos 10 años (2010-2020)

Línea del tiempo


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