Los resultados de la ENVI 2020 evidencian que una gran parte de los hogares en el país no cubre el objetivo de cobijar a sus habitantes. Es indispensable reflexionar en cómo vamos a lograr que las 20 millones de ampliaciones pendientes se conviertan en un detonador para mejorar la calidad de vida de las familias mexicanas o, por el contrario, contribuyan a profundizar el rezago de calidad que hoy enfrentamos. El reto está en la forma en que se realicen estas acciones y en entender el papel fundamental que deben jugar las familias y los asistentes técnicos en el proceso.
Los recientes resultados de la Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020 (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática [Inegi], 2021) pusieron en evidencia cómo una proporción importante del parque habitacional tiene problemas para cumplir su función más básica: dar cobijo a sus habitantes. Los datos muestran que una tercera parte de los hogares encuestados no cuenta con una vivienda que proteja adecuadamente a sus residentes contra el frío, el calor, la lluvia y el viento, además de no contar con iluminación y ventilación natural. Asimismo, más de la mitad tiene problemas de grietas o cuarteaduras, humedades o filtraciones de agua, así como en la calidad de sus pisos, muros y techos.
Los resultados de la ENVI son contundentes: el reto de la vivienda adecuada en nuestro país radica en la mejora del parque habitacional existente.
El giro en la política habitacional es tan reciente como evidente. Sin embargo, aunque ahora se enfoca más en la atención al rezago cualitativo (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano [Sedatu], 2019), los programas y acciones de mejoramiento y ampliación no son nuevos. Desde 1983, cerca de un centenar de instituciones1 han financiado alrededor de 10.6 millones de acciones de mejoramiento (Tamés, 2019). La gran mayoría de estos programas, que han intentando simplificar y estandarizar las soluciones técnicas, por lo general han consistido en entregar paquetes de materiales a las familias que cumplen un perfil socioeconómico determinado, independientemente de sus necesidades específicas o de las características de sus viviendas.
Sin embargo, estandarizar las soluciones técnicas para aplicarlas en viviendas existentes presenta dos problemas fundamentales:
a. La dificultad de encontrar una solución universal que resuelva la diversidad de problemas que pueden presentar las viviendas existentes.
b. Al diseñar soluciones predefinidas desde el escritorio, y buscar quienes pueden requerirlas en el territorio, sin un diagnóstico integral de la vivienda que se va a intervenir, podemos ser negligentes ante acciones que resulten prioritarias de resolver.
En el mejor de los casos, estos programas se han dirigido a mejorar alguno de los indicadores de carencia en la vivienda2, como el programa Piso Firme de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), cuya finalidad fue mejorar el indicador de piso de tierra. La solución técnica que se requiere en este caso es probablemente la única que se puede estandarizar: colocar un piso firme de concreto que se puede construir en geometrías y áreas completamente distintas, y no requiere mayor asistencia técnica. En este sentido, el programa Piso Firme resultó exitoso, sobre todo porque logró disminuir la incidencia de enfermedades gastrointestinales (Cattaneo, 2007).
Sin embargo, otros programas como el de Cuartos Dormitorio o Cuarto Rosa de la Sedatu, dirigidos a abatir el índice de hacinamiento, sí requieren de un diagnóstico de la vivienda existente y de la estructura familiar. Se han construido cientos de miles de “cuartos” separados de sus viviendas. Por abordar un ejemplo: sin un diagnóstico adecuado, se podría construir un cuarto adicional para una familia de seis miembros que duerme en dos habitaciones, porque al medir el hacinamiento matemáticamente, tendríamos más de 2.5 personas por dormitorio (Sedatu, 2018). No obstante, con un diagnóstico adecuado se podría saber que la familia está compuesta por una pareja y cuatro hijas mujeres, y en la que las hermanas duermen en una recámara lo suficientemente amplia, lo que no presenta un riesgo mayor; mientras que, no atender –digamos– la losa que está a punto de colapsar en una habitación, sí lo es. Esta vivienda necesitaría un reforzamiento estructural primero, no un cuarto adicional. Desde el escritorio es difícil imaginar la diversidad de situaciones que encontraremos en campo. Pero en el territorio, con un diagnóstico sencillo, las soluciones adecuadas son evidentes.
Para atender el reto de mejorar el parque habitacional, primero debemos entender mejor la dinámica que nos ha llevado hasta este punto.
“Solo queremos dos cuartos”
Así empieza la historia de una casa que se construirá poco a poco, a medida que la familia crece y los recursos se vuelven disponibles. Los “dos cuartos” resuelven la necesidad inmediata de resguardo, y normalmente se colocan al fondo del predio, pegados en la conlindancia, para dejar el mayor espacio libre posible para el futuro. No presentan mayor dificultad para alcanzar habitabilidad: pueden ventilarse e iluminarse naturalmente, y sus dimensiones no representan un reto estructural.
Pareciera sencillo, entonces, que ir agregando más cuartos conforme los recursos lo permiten sería igual de fácil. Pero es aquí donde los problemas empiezan, o al menos se hacen evidentes: un segundo nivel que se construye sobre una estructura que no soporta el peso; un nuevo espacio que tapa las ventanas del espacio existente, bloqueando la luz y ventilación naturales; juntas constructivas que no se realizan de manera correcta y permiten filtraciones; cambio de materiales o sistema constructivo que trabajarán de forma distinta en un sismo.
La falta de planeación o la dificultad de adaptarse a la situación cambiante de la familia se traducen en viviendas deficientes que, si bien dan cierto cobijo a sus habitantes, no lo hacen de forma adecuada. Los datos recabados por la ENVI reflejan este proceso con el cual las familias construyen poco a poco sus viviendas: hoy, 58% de los 35.6 millones de viviendas que hay en el país requieren una ampliación. Esto significa que están en el momento preciso para prevenir muchos de los problemas mencionados. Las ampliaciones pendientes se pueden convertir en un detonador para mejorar la calidad de vida de las familias mexicanas o, por el contrario –y desgraciadamente–, contribuir a profundizar el rezago de calidad que hoy enfrentamos.
Los resultados de la ENVI también nos dejan ver que estas ampliaciones sucederán independientemente de que las acompañemos o no. A pesar de la diversidad y magnitud de los programas de vivienda que han existido en los últimos 30 años, 57.3% de las viviendas ha sido construido por sus habitantes (Inegi, 2020); y este porcentaje asciende entre menor es el ingreso, hasta llegar a 73.9% en el quintil más bajo (Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores [Infonavit], 2021).
El papel de la asistencia no solo es garantizar que las viviendas cumplan con los mínimos de habitabilidiad y seguridad estructural, sino también ayudar a las familias a imaginar una realidad distinta; una mejor forma de vivir.
Para enfrentar el reto de las ampliaciones y mejoramientos, es necesario cambiar de paradigma. Como se mencionó, la solución que se ha encontrado para mejorar el parque habitacional, hasta hoy, ha sido a través de programas de mejoramiento y ampliación que estandarizan las soluciones técnicas y que están dirigidos a las familias que cumplen con un perfil determinado en el programa, y que se vuelven receptoras pasivas del beneficio.
El cambio de paradigma debe ir en dos sentidos:
- Para diseñar programas de mejoramiento y ampliación exitosos es necesario:
a. La solución técnica tiene que derivarse de un diagnóstico integral de la vivienda y de la familia, en lugar de ofrecer soluciones estandarizadas. Se debe partir de un diagnóstico claro, sencillo y universal. Contrario a lo que se piensa, la decisión de no estandarizar las soluciones puede armonizar con la presencia de un marco de referencia o un estándar de calidad a alcanzar. Un buen punto de partida son los datos de las características físicas de las viviendas que se recogieron en la ENVI 2020 para homologar criterios sobre las características que definen una vivienda adecuada. El objetivo de los programas de mejoramiento y ampliación será, entonces, lograr que las viviendas satisfagan todos estos puntos, pero analizándolos de forma integral y definiendo prioridades cuando no sea posible resolverlos todos en una primera intervención; y no con una mirada parcial que ofrezca una solución solo a uno de ellos. Lo importante será enfocarse y avanzar en solucionar los problemas, y no en diseñar las soluciones.3
El papel de la asistencia no solo es garantizar que las viviendas cumplan con los mínimos de habitabilidiad y seguridad estructural, sino también ayudar a las familias a imaginar una realidad distinta; una mejor forma de vivir.
La estandarización y simplificación de las soluciones –que tanto ayuda a bajar los costos en programas masivos de vivienda nueva– no es necesaria en las acciones de mejoramiento y ampliación en un esquema de autoproducción. Entonces, ¿cuáles son las tareas que dificultan atender soluciones distintas? Suministrar diferentes materiales y cantidades a la obra, tener trazos y alcances de obra distintos, utilizar recursos en especie que sustituyan o complementen los que vienen definidos en el presupuesto, estar físicamente presente en la obra para anticipar problemas, administrar los recursos para pagar a diferentes proveedores y trabajadores. Si pensamos en estas actividades, en una obra, donde una persona tiene que supervisar la ejecución de 100 prototipos distintos de vivienda, resultaría sin duda complejo y poco eficiente. Pero si entendemos que es una familia la que se está haciendo cargo de estas tareas para una sola obra –la de su vivienda–, el panorama cambia y se vuelve evidentemente factible (Tamés, 2019).
b. Es necesario involucrar a las familias. Las familias pueden, entonces, encargarse de las tareas que hacen muy complicado aplicar soluciones distintas en un programa masivo de vivienda. La experiencia nos muestra que, cuando así lo hacen, logran tener ahorros de alrededor de 30% y, con ello, tener mayores alcances de obra (Fivase, 2014).
Más allá de ejecutar estas tareas, el papel fundamental de las familias radica en tomar las decisiones para lograr soluciones adecuadas a sus necesidades y prioridades, con el fin de garantizar que las acciones mejoren su calidad de vida.
c. Debe otorgarse asistencia técnica de calidad. ¿Cuál es el rol del asesor técnico, entonces? ¿Por qué no les damos el dinero a las familias y ya? La respuesta es: para superar el rezago cualitativo que ya se ha descrito, la asistencia especializada en procesos de autoproducción es la pieza clave.
El papel de la asistencia no solo es garantizar que las viviendas cumplan con los mínimos de habitabilidad y seguridad estructural, sino también ayudar a las familias a imaginar una realidad distinta; una mejor forma de vivir. Muchos de los problemas que tienen sus viviendas son ciegos para ellas, y muchas soluciones sencillas a problemas comunes, a veces escapan de sus saberes.
El asesor técnico tampoco puede ir solo al campo de batalla: necesita reglas claras que lo guíen y le faciliten la toma de decisiones; herramientas adecuadas para sistematizar su trabajo y hacerlo más eficiente; y capacitación en métodos de diálogo con las familias.
El reto es, entonces, capacitar a tiempo al número de asesores y asesoras técnicos que se requieren para poder apoyar los 20 millones de ampliaciones que se llevarán a cabo en los próximos años. Para ello tenemos que ampliar la mirada y cambiar el segundo paradigma que viene a continuación.
2. La atención al rezago cualitativo no se podrá dar simplemente a través de programas de mejoramiento y ampliación.
En paralelo a estos programas, debemos crear una red de asistencia técnica desvinculada e independiente de los programas públicos, ya que los requisitos que deben cumplir las familias para acceder a ellos impiden que la asistencia sea universal.
La Coordinación Nacional de Autoproducción ya ha dado el primer paso en este sentido, aprovechando la era digital para masificar la asistencia técnica al crear la plataforma Decide y Construye, con la que busca hacer llegar orientación y apoyo técnico a todo el que lo requiera para construir y mejorar sus viviendas.
Esta plataforma puede evolucionar para convertirse en una herramienta de apoyo y referencia no solo para las familias, sino también para los asistentes técnicos y para todas aquellas instituciones y organismos que busquen diseñar programas de vivienda.
Reflexiones finales
Por último, no debemos olvidar que un tema transversal en todos los programas y acciones de vivienda debe ser la sustentabilidad. Construir de esta manera no es una utopía y se ha transformado en un requisito en la última década. En México hemos avanzado mucho en el tema de la eficiencia energética en la vivienda nueva de interés social con programas como Hipoteca Verde del Infonavit y Ecocasa de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF). Sin embargo, debemos seguir generando herramientas y alternativas adecuadas para mejorar las viviendas existentes y, sobre todo, hacerlas accesibles a todo aquel que lo requiera. De nuevo, la participación activa de las familias ayudará a fortalecer la dimensión social de la vivienda sustentable: por un lado, asegurará que las medidas no solo ayuden a mitigar el impacto en el medioambiente, sino también ayuden a resolver sus necesidades y prioridades; y por otro, una implementación exitosa depende de que las familias se apropien de las medidas para operarlas y darles el mantenimiento adecuado.
En México tenemos mucha experiencia y conocimiento acumulado, es momento de catalizarlo para lograr hacer valer el derecho a la vivienda adecuada para todos.
Notas
1 Hasta el 2018, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) ejerció 44% de las acciones de mejoramiento; seguido por el Fideicomiso Fondo Nacional de Habitaciones Populares (Fonhapo) con 22%; Infonavit con 14%, y Conavi y los organismos estatales de vivienda, cada uno con 5%. El restante 11% lo ejecutaron 86 instituciones y organismos locales de vivienda (Tamés, 2019).
2 A partir de 2008, cuando el Coneval publicó la primera medición oficial de la pobreza, los indicadores de carencia en la vivienda (materiales en muros, pisos y techos, servicios y hacinamiento) tuvieron un fuerte impacto en el diseño de programas de mejoramiento de vivienda, derivados más de la política social que de la habitacional. La mayoría de los programas federales aplicados eran de la Sedesol y más adelante de la Sedatu, por lo que la implementación se dio a través de sus delegaciones, y su éxito fue muy variado (Tamés, 2019).
3 A manera de ejemplo: si nos enfocamos en la problemática, el diagnóstico podría arrojar que la casa no tiene confort térmico. Después de la intervención deberíamos poder constatar que ya lo tiene, independientemente de si esto se logró ampliando la ventilación o colocando aislamiento térmico en el techo. Si nos enfocamos en las soluciones, el diagnóstico indicaría que la casa no tiene aislamiento térmico, y buscaría simplemente aplicar esa solución para mejorar el indicador, probablemente sin atender el problema de forma adecuada. (En la tesis de maestría de Díaz [2012] se demuestra que la ventilación adecuada tiene mayor impacto en la disminución del calor que el aislamiento térmico en el techo en los climas cálido-húmedos). Al enfocarnos en resolver los problemas dejamos la puerta abierta a la innovación y a las soluciones adecuadas en cada contexto.
Referencias
Cattaneo, M., Galiani, S., Gertler, P., Martínez, S. y Titiunik, R. (2007). Housing, Health and Happiness, World Bank Policy Research Working Paper, 4214 Impact Evaluation Series No. 14.
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2018). Evaluación del programa sectorial de desarrollo urbano territorial y agrario, 2013-2018. https://www.coneval.org.mx/Evaluacion/IEPSM/Paginas/Evaluaciones_Programas_Sectoriales.aspx
Díaz, O. (2012). La cubierta metálica en el clima cálido húmedo: comportamiento térmico y efecto en el confort del techo de zinc de la vivienda vernácula dominicana [Tesis de Máster]. Universidad Politécnica de Cataluña.
Fivase (2014). Análisis comparativo de los costos de vivienda rural en la modalidad de Autoproducción de Vivienda Asistida que se realizaron con el apoyo del Fideicomiso Fondo Nacional de Habitaciones Populares (Fonhapo) y/o Programas Especiales de Reconstrucción de Vivienda derivados de la ocurrencia de fenómenos naturales perturbadores o bien viviendas que se encontraban en zonas de riesgos versus los costos de las viviendas realizadas con subsidio proveniente del programa Ésta es tu Casa operado por la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi), durante el ejercicio 2013”. S.p.i.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2020). Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020, Principales resultados. https:// www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2021/envi/ENVI2020.pdf
Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (2021). Reporte Anual de Vivienda 2021. https://portalmx. infonavit.org.mx/wps/wcm/connect/ae2bb0b6-7b57-4949-b6ca-666e1fd2df4a/ReporteAnualVivienda2021.pdf. pdf?MOD=AJPERES&CVID=nMOYtzj
Mir, C., Ayala, G., Carreño, I. e Inzunza, E. (2013). Informe final de evaluación de procesos del Programa para el Desarrollo de Zonas Prioritarias (PDZDP). http://www.sedesol.gob.mx/work/models/SEDESOL/EvaluacionProgramasSociales/2013/ EP_2013/Informe_final_PDZP.pdf
Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano y Comisión Nacional de Vivienda (2018). El rezago habitacional y la carencia por calidad y espacios de la vivienda: un análisis comparativo. https://sniiv.sedatu.gob.mx/doc/analisis/2018/REVG_El%20 rezago%20habitacional%20y%20la%20carencia%20por%20calidad%20y%20espacios.pdf
Tamés, E. (2019). Diagnóstico de productos y programas de mejoramiento en México 2006-2018. Banco Mundial.