Al observar los datos de la Encuesta Nacional de Vivienda 2020, poco se advierte el riesgo que conlleva interpretar los números sin relacionarlos con las cualidades y procesos que permiten explicar el fenómeno de la vivienda, su habitabilidad y la calidad de vida que ofrece a sus habitantes. El objetivo de este trabajo es analizar, desde un enfoque metodológico mixto, los resultados de la ENVI 2020. La discusión se centra en torno de cinco puntos que requieren especial atención: el hacinamiento de familias por vivienda, la antigüedad de la vivienda, los problemas estructurales, la adaptación climática y la vivienda construida en serie frente a la autoconstrucción.
Los datos de la Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020 proporcionan información estadística sobre las viviendas en México. Sin embargo, a diferencia de otros instrumentos, en ella se contrastan las características materiales de las construcciones con la percepción de satisfacción que reportan sus habitantes. Asimismo, también se determina la inversión en recursos y tiempo que las y los usuarios le han dedicado durante sus diferentes etapas, como la construcción-producción, el mantenimiento o las tareas de reparación.
Forzosamente, para estudiar a cabalidad un fenómeno como la vivienda y su entorno urbano se requiere incluir a quien la habita. Se trata de una metodología que configura
un modelo tridimensional compuesto por evaluadores expertos [es decir, las y los encuestadores] y habitantes, quienes evalúan a la vivienda como un sistema entre lo construido y el lote [y, quienes evalúan el sistema, lo hacen] con base en tres constructos de la funcionalidad, la adaptabilidad climática y la seguridad de la construcción […]. De la suma de la opinión del experto, tanto técnico profesional como la del habitante usuario, tenemos la información primaria y de primera mano (Torres Pérez, 2014).
Ahora bien, para tener una interpretación más efectiva de la realidad debe considerarse el uso de una metodología de investigación mixta que integre información cuantitativa y cualitativa, permitiendo consignar y sumar cantidades representativas de la frecuencia de un fenómeno, así como trazar rutas de desarrollo; pero, de manera sustancial, garantizando conocer los detalles que describen y trascienden la explicación del espacio vivido que es la vivienda, con un menor margen de error y un mayor margen de acierto.
En este punto, la ENVI 2020 parte del registro cuantitativo en la presencia de cualidades y sin relacionar variables entre ellas, lo que deriva en una comprensión parcial del problema. Las reflexiones que realizo en este texto están dirigidas a la manera en que el registro de un fenómeno parte de identificar los atributos que fungirán como indicadores, con base en los cuales se diseñará el instrumento que recolecte aquellos datos relevantes para descubrir y entender el desarrollo del fenómeno en su dimensión real descriptiva, prevalencia y ruta de transformación en el tiempo.
En la misma línea, el presente trabajo pretende aportar algunas reflexiones en torno al riesgo de observar cantidades excluidas de sus cualidades, de interpretar los números sin relacionarlos con los atributos y procesos para explicar el fenómeno de la vivienda, su habitabilidad y la calidad de vida que ofrece a sus habitantes. Se intenta ejemplificar lo anterior con cinco puntos que requieren especial atención: el hacinamiento de familias por vivienda; la antigüedad de la vivienda; los problemas estructurales; la adaptación climática; y la vivienda construida en serie frente a la autoconstrucción.
1. Hacinamiento en relación con el número de familias por vivienda
El primer tema es el hacinamiento.1 Si bien la vivienda es tanto la base de la encuesta como el objeto material y construido que puede ser medido o apreciado en sus cualidades, no sucede lo mismo con el término hogar.2 En este sentido, la Real Academia de la Lengua (RAE) lo define como un ‘domicilio’, en tanto que a lo largo de la encuesta se presenta una serie de referencias al hogar como sujeto; quizás como sinónimo de familia, lo que resulta un tanto inadecuado para una comprensión precisa.3
Por ejemplo, entre las unidades de información se tienen “hogares y personas con necesidad de vivienda”. Ciertamente, el hogar –entendido como edificio– no puede ser un sujeto y tener necesidad de vivienda. Del mismo modo, en el apartado “Para la utilidad de la información” se menciona “cuantificar la participación de los hogares en las etapas que conducen a la edificación de la vivienda que habitan”, siendo que el domicilio no es un sujeto que participe, sino el espacio en donde ocurren las etapas; se supone, entonces, que por ‘hogar’ se quiso decir ‘habitantes y familias’.
Con la finalidad de reducir la ambigüedad que llegara a existir debido a las varias acepciones del término hogar, se recomienda cambiar el término por uno más exacto.
Dicho esto, me refiero a las “Características generales de las viviendas” y en especial a que, “en México, el total de viviendas particulares habitadas es de 35 259 433 millones [sic]; en 97.8% de las viviendas se tiene un solo hogar y en el 2.2% se albergan dos o más hogares en su interior”.
El número de familias que habitan un mismo inmueble presenta una correlación directa con los metros cuadrados y especificidades de la construcción de las viviendas.
De los 35 259 433 de viviendas habitadas, es difícil creer que solo 2.2% presente la modalidad de familia extensa con dos o más hogares en su interior. Se observa que no distingue el nivel socioeconómico de los ocupantes ni los elementos culturales que permiten conocer estas particularidades. Por ejemplo, existe una tradición entre diversos grupos sociales en México que consiste en albergar, dentro del mismo lote de terreno, a las varias viviendas que corresponden a los hijos e hijas de la familia nuclear. Esta tradición se mantiene en las viviendas en fraccionamientos urbanos, en las que se puede dar cabida a más de una familia en temporadas que van de semanas hábiles (regresando los fines de semana a su lugar de origen) hasta semestres completos para estudiantes, entre otras modalidades de ocupación que cobran importancia al momento de levantar la encuesta, cuando las y los ocupantes aportan datos legales como la propiedad, pero no reflejan las condiciones de ocupación ni de ellos mismos.
Queda pendiente el fenómeno de la relación entre familias intergeneracionales, sus intermitencias habitando juntos por períodos y rotativas, que demandan espacios y, por ello, adecuaciones y nuevas construcciones en la vivienda. Estos son un tipo de datos que acercan al entendimiento cualitativo de la vivienda y las necesidades socioculturales de los grupos de habitantes, características comunes para dimensionar el fenómeno y así poder crear estrategias de solución más adecuadas a las problemáticas particulares.
El número de familias que habitan un mismo inmueble presenta una correlación directa con los metros cuadrados y especificidades de la construcción de las viviendas. En la ENVI 2020 está ausente el dato que permite relacionar que las familias con menos recursos económicos presentan la mayor cantidad de personas y, principalmente, de familias extensas ocupando las viviendas de menor tamaño; además, es altamente probable que esas mismas sean susceptibles de ampliación y habilitación, en diferentes etapas de su vida.
Se desconoce la razón por la cual se utilizó 55 m2 como límite del intervalo menor, pues es sabido que en México existe un número preocupante de viviendas compuestas de una sola habitación, y que cuentan con menos de los 55 m2, dimensiones que no permiten la funcionalidad de la vivienda; una característica definida como
una cualidad relativa al diseño de los espacios y la organización de las habitaciones con la finalidad de facilitar y dar comodidad en su uso. […] se mide, analiza y evalúa según sus subsistemas y partes agrupadas con base en su uso, es relativa al medioambiente social cultural de la región y debe ser propicia para que las tradiciones y hábitos se produzcan y reproduzcan en la vivienda (Torres Pérez, 2014).
Incluso puedo comentar que, en la pasada década, con el subsidio de la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi) y bajo las especificaciones del Código de Edificaciones 2016, se realizaron casas de 40 m2, que fue un programa exitoso en cuanto a que posibilitó a las y los habitantes de más bajos recursos tener una vivienda, pero justo por sus escasas dimensiones hoy requieren de ampliaciones y nuevas construcciones.
Para conocer el problema de las dimensiones de la vivienda se debería utilizar como base aquellos estudios que han descrito la vivienda mínima en sus dimensiones reales, con el fin de establecer parámetros e intervalos más idóneos para que la información que se recabe sea útil para el planteamiento de soluciones reales.4
- Antigüedad de la vivienda
Este es el punto que puede conducir a una inadecuada comprensión del fenómeno. Por sí misma, la antigüedad es una característica neutra que alude exclusivamente al tiempo que ha transcurrido desde el inicio de su existencia. Sin embargo, en materia de edificaciones, la antigüedad se relaciona con la estabilidad y seguridad de la construcción, definida como una
cualidad de seguro, referido a la firmeza, durabilidad y aislamiento, que deriva de los materiales y técnicas empleadas en la edificación, tanto como al lugar o sitio, que deja exenta de falla, de caerse y libre de todo peligro, daño o riesgo a la vivienda y sus habitantes (Torres Pérez, 2014).
Es decir, la antigüedad se relaciona con el año en que inició la construcción, el tipo de vivienda y los materiales utilizados; aspectos que relativizan cualquier indicador en relación con el mantenimiento que configura la seguridad constructiva. Como ejemplo expondré dos casos, uno de temporalidad extrema y otro de la seguridad constructiva que ofrecen: el primero será el tipo de vivienda considerada patrimonio cultural edificado (sea vernácula, colonial, porfiriana o moderna), cuyo valor radica especialmente en su antigüedad y, por tanto, su mantenimiento ha sido tal que se ha conservado a lo largo del tiempo. El segundo caso será el de la vivienda mínima construida en serie, cuya calidad constructiva fue reducida al mínimo y su durabilidad de origen es dudosa.
Comenzaré analizando el caso de la vivienda patrimonial histórica en relación a los materiales de construcción. El tipo de vivienda vernácula ha demostrado su eficiencia para las culturas locales por haber sido elaborada con materiales de su región que, en su mayoría, presentan una combinación de diferentes durabilidades –desde piedra hasta madera, barro y paja–, donde lo importante es el mantenimiento constante que permite conservar unos y sustituir otros para que la casa perdure, a pesar de la pobreza de sus habitantes.
En el caso de las viviendas de cal y canto, mampostería y viguerías, pertenecientes al patrimonio colonial o porfiriano –con una antigüedad de entre 300 a 450 años–, su calidad constructiva es merecedora del mantenimiento de materiales y sistemas constructivos dañados, mediante la sustitución y reposición, tal y como la estimula la Ley de Conservación de Monumentos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Finalmente, las viviendas edificadas durante la modernidad del concreto, y en especial bajo la influencia del Movimiento Moderno Internacional5 (De la Torre, 2016), ya presentan problemas en la vida útil del concreto armado con el que fueron construidas, por lo que algunas casas que no tuvieron mantenimiento y protección pueden ya estar caducas en su vida útil. Se observa, entonces, que la antigüedad es un dato relativo al mantenimiento que da vigencia.
En el contexto del patrimonio cultural edificado, no solo se enfatiza el valor de la antigüedad de su construcción, sino también el hecho de ser ejemplos de la arquitectura de una época y de cuya sumatoria resulta la historia viva tanto de nuestro propio proceso de desarrollo arquitectónico, como de nuestra sociedad; más aún en las que continúan su uso de vivienda y que configuran ambientes históricos barriales que aportan también identidad cultural a una ciudad.
En contraparte se encuentra la vivienda mínima construida en serie que, desde su origen en el siglo XX y hasta fechas recientes, se ha caracterizado por una tendencia a la disminución constante de cualidades constructivas, así como de dimensión y número de espacios compositivos. El siglo XXI ha aportado una calidad constructiva mínima nunca antes vista, que muchas veces no rebasa el tiempo de pago. Una vivienda adquirida con crédito a 10 o 15 años, cuenta con una calidad tal, que presenta problemas constructivos en un alto porcentaje durante los primeros seis meses de ocupación después de la compra.
Cabe señalar que tal calidad constructiva es relativa y generalizada en la vivienda en serie, a partir de experimentar con los materiales de construcción y con los acabados que no corresponden a una lógica de seguridad constructiva o de adaptación climática, sino de economía de inversión en la edificación. Esta práctica de generalizar da como resultado edificaciones con baja calidad y seguridad de origen, poca resistencia tanto al clima como a fenómenos ambientales, así como a las condiciones extremas que caracterizan a huracanes y sismos.
Debido a lo anterior, considero que los indicadores deben registrar las circunstancias reales de la antigüedad en relación con la calidad constructiva, ya que la edad no es por sí misma un indicador con el que se pueda calificar mejor a la vivienda nueva contra la vivienda histórica patrimonial.
Asimismo, en la ENVI 2020 los intervalos no son uniformes, sino que tienden a disminuir en relación con la juventud de la construcción, de manera que los dos primeros intervalos son de cinco años –de 0 a 5 años con 9%, y de 6 a 10 años, con 13.5%– y el tercero es de 10 años, de entre 11 a 20 años de antigüedad, con 28.7%. De estas viviendas de menos de 20 años de antigüedad, un alto porcentaje podría ser de mala calidad de origen.
En este sentido, es un tanto raro que los intervalos de antigüedad de la vivienda no sean uniformes en cuanto a los años y que tampoco se vinculen a algún dato complementario como, por ejemplo, el tipo de materiales y sistemas constructivos, o bien, con la producción anual de vivienda que tiende al incremento. Ya que, si consideramos que la tendencia en la edificación es a aumentar la cantidad y a disminuir la calidad, tenemos que la antigüedad podría ser un indicador importante de la causa de déficit de origen. Al considerar solo las cantidades –sin los detalles cualitativos–, no se abre la posibilidad a prever acciones para resarcir daños actuales ni para prevenir los futuros en cuanto a mejoramientos de vivienda.
3. Problemas estructurales
Los problemas de tipo estructural en la vivienda, por principio, son cualitativos, observables y medibles. Sin embargo, no deberían ser tomados como una característica o atributo, sino que deben identificarse como “problemas estructurales de la vivienda” y, por lo tanto, relacionarse con el origen (entendido como la relación creada entre la fecha de construcción y el tipo de construcción) y como dato sustancial sine qua non para una futura solución.
Se trata de ir más allá del registro del daño para conocer el motivo por el cual un problema estructural pone en riesgo la seguridad y bienestar de sus residentes, midiendo el impacto económico para los habitantes, así como las posibilidades de arreglo –sea como una solución definitiva o como remedio temporal–.
De los problemas estructurales se deriva una serie encadenada de aspectos que se observan en los elementos constructivos. Por ejemplo, desde los cimientos (en forma ascendente) y el techo (en forma descendente) hacia los muros, manifiestos en grietas, fisuras y juntas
frías que se separan y por cuyos espacios se filtra el agua hacia el interior de la vivienda, propiciando ambientes húmedos favorables a absorción de humedad y proliferación de hongos, moho u otra vegetación.
No todos los desperfectos de edificación son estructurales. La falta o mala calidad de los acabados es un punto importante relativo al clima, ya que la eliminación de sistemas de acabados diminuye la protección del muro, y causa absorción y concentración de humedad, lo que favorece la reproducción de bacterias y hongos.
La ENVI 2020 señala que los problemas estructurales con mayor frecuencia son humedades y filtraciones de agua, seguidos de grietas o cuarteaduras en techos o muros; ambas situaciones con un porcentaje arriba de 40%. En cualquiera de los casos, se trata de una mala calidad constructiva que propicia una mala calidad ambiental e, incluso, enfermedades. En este contexto, cabe preguntarse cuál sería el porcentaje que representa la problemática en la vivienda construida en serie; es decir, los casos donde el responsable de la calidad no es el habitante-consumidor, sino el productor.
La reparación de los problemas constructivos representa una inversión económica para sus habitantes, pues se convierte en una actividad constante en virtud de que son problemas difíciles de solucionar y, en algunas ocasiones, imposibles de reparar, resolviéndose solo de manera temporal.
Todas las viviendas requieren de una inversión en mantenimiento. Entre 12.3% y 16.6% tuvo un gasto por concepto de reparaciones y mantenimiento; faltaría verificar que estas, que suponen aminorar un déficit, no estén causando uno de otro tipo.
Los problemas estructurales también hacen difíciles las ampliaciones de la vivienda en segundas plantas. En este sentido, 10.6% de las viviendas que presentan fracturas o deformaciones de columnas, vigas o trabes, no podrán hacer ampliaciones para optimizar el suelo sin invertir en cambiar la estructura de su casa, lo cual significa una inversión considerable.
Se podría pensar que el tipo de desperfecto también se relaciona con el tipo de suelo, especialmente en el caso de las cuarteaduras y grietas, que podrían estar relacionadas con el registro de sismos y movimientos por vientos extremos, como huracanes. Sin embargo, llama la atención que en estados como Yucatán y Campeche –que se caracterizan por la ausencia de sismos– más de 50% de las viviendas presenta grietas, lo que refuerza el argumento de que se debe relacionar el dato con las posibles causas, para hacer consistentes con las estrategias factibles para su atención.
4. Adaptación climática
Este concepto puede definirse como la capacidad de ajuste al conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan a una región, tales como soleamiento, ventilación y precipitación pluvial, llevando en consideración todos los eventos, desde los más comunes hasta las situaciones extremas de riesgo (Torres Pérez, 2014).
Si bien es un acierto que la ENVI 2020 considere este tema, es una pena que no se haya acompañado de la consignación de las cualidades que darían un acercamiento mayor a la realidad de la vivienda. En este sentido, solo tres indicadores están directamente relacionados con una vivienda adecuada al clima: ventilación natural, iluminación natural y protección contra la lluvia, frío, calor o viento. Los dos primeros –que se traduce en soleamiento– son dos condiciones de confort y también de salud. Es triste que en estos rubros se registre 10% de poca o nula satisfacción de la que no sabremos por no preguntar las causas y razones. El tercer indicador es la protección que la vivienda debe ofrecer contra la lluvia, frío, calor y viento, que presenta una insatisfacción de 15%, faltando los datos del porqué, que podrían ayudar a identificar en cuál región la gente percibe que su casa es un sitio que da protección ante las inclemencias del clima.
En la ENVI 2020 se manifiesta que la inadaptación climática se hace evidente en el registro de filtraciones de agua y presencia de humedad que, como ya se explicó, están relacionadas con la calidad constructiva, surgiendo de problemas estructurales y de acabados.
La producción en serie es una forma en que las y los mexicanos se hacen de una vivienda, pero eso no significa que sea adecuada; ni en calidad constructiva, ni en confort, ni en funcionalidad.
La percepción de las y los encuestados es diferente de la satisfacción. Cada respuesta denota una opinión desligada del motivo que la genera, pero circunscrita a cuestiones de la cual es ajeno (como la calidad constructiva de su casa), ya que cada elemento de construcción, su capacidad de ser resistente, funcional y proveer adaptabilidad climática, dependen de la propia vivienda y es responsabilidad de quienes la materializaron; y en un bajo porcentaje es de quienes la habitan, a menos que sean el mismo grupo, por ello se debe conocer el dato cuantitativo ligado a sus cualidades.
Los habitantes que intervienen directamente en la construcción de su casa generalmente se encuentran satisfechos, porque significa un logro. Lo mismo sucede con aquellos que no tenían vivienda y ahora sí. Dos condiciones que relativizan la percepción de satisfacción y subjetivan la opinión sobre la calidad de la vivienda.
Sería interesante conocer la relación del problema constructivo con el tipo de vivienda, ya que los materiales de construcción son fundamentales para la capacidad de adaptación climática de cualquier edificio. Esto implica obtener datos que permitan explicar cómo algunos materiales son mejores para determinados climas y evitaría suponerlos igualmente adecuados para cualquier región geográfica o climática. Por ejemplo, la mampostería y el concreto u hormigón armado presentan diferentes capacidades de absorción y reflectancia de calor, de absorción de humedad y de resistencia; asimismo, su comportamiento depende también de su posición como muro o techo, de lo cual estriba su cohesión o capacidad de mantenerse unidos ante las condiciones normales de calor y humedad, como las extremas por turbonadas, huracanes o sismos.
Una vivienda húmeda y calurosa se convierte en ambiente propicio para el cultivo de hongos, cuya presencia en diferentes grados impacta la vida de sus habitantes, cuando menos en dos aspectos claves: por una parte, acorta la vida útil de muebles, ropa, zapatos y demás artículos de cuero, madera, metal y cualquier material susceptible a la humedad y moho, lo cual implica una constante reposición. Por otra parte, y más preocupante, se crean situaciones de insalubridad que impactan en la salud de sus habitantes, evidente en la presencia de grupos vulnerables como son las y los niños con alto índice de rinitis y cuadros alérgicos y las personas adultas mayores con enfermedades reumatoides. En ambos casos se trata de un gasto no previsto para la economía de los habitantes, al tener que realizar una inversión extra y constante en reposición de muebles o por asistencia a consulta médica y la consiguiente adquisición de los medicamentos respectivos.
5. Vivienda construida en serie frente a la autoconstrucción
En la ENVI 2020 se registra que, de los 35.3 millones de viviendas particulares habitadas, más de 67% es propia, en virtud de que alguno de los residentes de la vivienda es dueña o dueño (57.1% pagada y 10.7% pagándose), 16.4% está en renta [sic] o alquiler y 14.2% en préstamo.
Observo que existe un interés del Estado por apoyar a que sean propietarios de su casa. Es entendible a partir de que ciertos tipos de alquiler solo dan seguridad temporal y persiste el riesgo de desalojo. Asimismo, la vivienda propia ofrece la ventaja de conformar un patrimonio familiar y, por ello, permitir procesos de adecuaciones, ampliaciones y construcción de anexos según las necesidades cambiantes de los habitantes de acuerdo con las etapas de su desarrollo como grupo social.
De manera significativa, se indica como motivo principal del alquiler de la vivienda el “no tener acceso a crédito o no tener recursos”.
Por una parte, la vivienda en alquiler presenta un porcentaje por arriba de la media nacional en estados como Guerrero (68%) y Chiapas (67%). Por el contrario, el estado que presenta menor porcentaje es Yucatán (36%). Al ser estos estados donde aún se conserva la tradición de la vivienda vernácula de autoconstrucción, podría ser interesante su relación con la vivienda de alquiler, en virtud del potencial de aquella para fungir como alternativa de vivienda.
De los 23.9 millones de viviendas propias en México, 57.3% es fruto de la autoconstrucción o autoproducción, una vía para materializar una vivienda en los tiempos y posibilidades de los habitantes. En contraparte, 20.8% adquirió una casa nueva –supongo que de construcción en serie, un dato ausente y necesario–. Dicho en otras palabras, es importante determinar cuánta vivienda es producida en serie, ya que este porcentaje es mayor en 4% respecto del registro de 2014, lo que significa una eficiencia relativa de los programas de vivienda.
En este sentido, la producción en serie es una forma en que los mexicanos se hacen de una vivienda, pero eso no significa que sea adecuada; ni en calidad constructiva, ni en confort, ni en funcionalidad, lo que condiciona a que los diversos prototipos que ofrecen los conjuntos habitacionales sean considerados la primera etapa de la vivienda, a la cual se suma el proceso de autoconstrucción o autoproducción en una segunda y tercera etapa, según el desarrollo, los requerimientos y los recursos de los habitantes.
Ahora, la suma de los procesos de construcción en serie y la autoconstrucción no garantizan un final feliz. Parto de que la vivienda original construida en serie muchas veces no presenta una buena calidad de edificación que permita procesos de crecimiento igualmente útiles para evitar los ya comentados problemas estructurales constructivos, de confort por adaptación climática y funcionales según las regiones del país.
Si se diferencia la forma de producción de la vivienda, será más acertada la interpretación que se haga de las características que se han considerado “relevantes”, como el cuarto, área para cocinar, un sanitario, materiales resistentes en pisos, paredes y techos, y, por supuesto, la presencia de infraestructura de agua y drenaje. Adicionalmente, pudieran detectarse los registros del aislamiento acústico y térmico que son estados relativos, en virtud de que una vivienda urbana arquitectónicamente adaptada al clima natural y social prescinde de aislamientos específicos térmicos y acústicos, y la presencia de sistemas para ello sería más un remedio que una solución.
Ante la pandemia de la COVID-19 es comprensible que la vivienda haya sido considerada como un sitio de resguardo, y que en la ENVI 2020 se hayan realizado registros de condiciones para confirmar su eficiencia. Al respecto, se observó que 26.6% remodeló y construyó espacios ex profeso.
Ciertamente faltó la relación de los datos cuantitativos con los motivos, ya que es probable que los requerimientos de más espacios y de adecuación se hayan pensado desde antes de la pandemia y durante esta solo se hayan acelerado. Ello evidencia la situación de vivienda inadecuada para resistir tiempos de pandemia, aun cuando ya se ha detectado la presencia de enfermedades crónicas causadas por fallas constructivas.
La declaración que se hace en la ENVI sobre que el ciclo de vida de la vivienda en México responde a un modelo lineal de producción y consumo basado en el paradigma “producir, consumir, tirar”, no puede ser generalizada, ya que se refiere únicamente a la realidad de la vivienda producida en serie, puesto que la autoproducción presenta otras circunstancias un tanto diferentes.
Puedo afirmar que el modelo de producción de vivienda en serie y de forma masiva requiere vigilar su proceso de construcción y su calidad para aminorar los impactos negativos en la población, así como en el medioambiente, ya sea por sus procesos productivos, por la generación de desechos contaminantes vertidos en el aire, el agua y el suelo o por los materiales y las emisiones de CO2, lo que reafirma la importancia de detallar más lo cualitativo para entender el problema dimensionado mediante lo cuantitativo.
La importancia que representa la vivienda como uno de los problemas prioritarios del país, es que de ella dependen el desarrollo sostenible y la salubridad urbana, entre otros que son tema de consulta y prioridad para los censos y encuestas del INEGI.
Conclusión
A manera de reflexión final, se recuperan los puntos analizados en este ensayo: el hacinamiento por familias por vivienda, la antigüedad de la vivienda, los problemas estructurales, la adaptación climática y la vivienda construida en serie frente a la autoconstrucción.
La interpretación que hago de los datos de la ENVI 2020 pretende advertir sobre el riesgo que conlleva el descifrar los números sin las cualidades y los procesos que coadyuvan a la explicación y entendimiento del fenómeno de la vivienda, su habitabilidad y la calidad de vida que ofrece a sus habitantes.
La utilidad de la información de la ENVI 2020 debe enfocarse en cumplir con los compromisos internacionales de la Agenda 2030, así como los de los Objetivos y metas de Desarrollo Sostenible (ODS) del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) acerca de una vivienda adecuada, mediante la evaluación y seguimiento de planes y programas de política pública nacional, rumbo a encontrar referencias que hagan factible disminuir ese 38.4% de la población en México que habita en una vivienda inadecuada, principalmente por presentar hacinamiento y falta de funcionalidad, por inseguridad de los sistemas y materiales constructivos no duraderos y por inadaptación climática, así como por carecer de servicios de agua y saneamiento.
Las reflexiones que aquí se presentaron buscan mostrar que, para el estudio de la vivienda, es importante partir del conocimiento previo de las condiciones cualitativas que permitan establecer indicadores base para el diseño de un instrumento de recolección de los datos relevantes, con el objetivo de determinar el fenómeno desde su descripción y hasta la explicación de su presencia y frecuencia, así como de la ruta de desarrollo y transformación en el tiempo.
La importancia que representa la vivienda como uno de los problemas prioritarios del país es que de ella dependen el desarrollo sostenible y la salubridad urbana, entre otros que son tema de consulta y, por ello, prioridad para los censos y encuestas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, que constituyen las principal fuente de información para la elaboración de indicadores relacionados con el bienestar de la población, la calidad de vida, la habitabilidad urbana arquitectónica y los programas de apoyo para subsanar las diferentes carencias básicas de la vivienda, el hacinamiento, la disponibilidad de servicios, entre otros.
Enfatizo la importancia del registro de este tipo de datos útiles para interpretar con mayor certeza un acercamiento al entendimiento cualitativo del problema, del cual derivan las estrategias de solución más adecuadas a las particularidades de casos cuyos atributos comunes permiten explicar el fenómeno en sus dimensiones y requerimientos reales por grupos de ocupantes.
Finalmente, vale la pena resaltar que de la primera emisión de la ENVI en 2014 a la actual se han incorporado variables, datos y se ha ampliado la muestra de población, y, por ello, considero que aún puede mejorarse para que el análisis de la información del próximo ejercicio tenga una utilidad relevante como insumo para entender, a detalle y sin ambigüedades, tanto el problema de la vivienda como la manera en que la gente canaliza sus recursos para obtener, crear, ampliar y modelar su hábitat. Esto en particular es muy útil para que el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores pueda fundamentar, mantener y diversificar sus programas y apoyos acordes a los requerimientos de los habitantes y derechohabientes. Ello será muy importante para disminuir el rezago habitacional en el país y contribuir de manera acertada y eficiente a la generación de vivienda de alta habitabilidad y calidad constructiva.
Notas
1 Este fenómeno puede ser descrito como la “condición donde el número de ocupantes excede la capacidad de espacio de vivienda”, considerando como indicador tres personas o más viviendo en una misma habitación (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2018).
2 Este término es definido por la RAE como “el domicilio de una persona y en el que se desarrolla su vida privada o familiar”; es decir que hace alusión más al sitio que a quien habita, por cierto, sin distinguir entre individuo, pareja, familia, familiar nuclear y familia extensa, todos conceptos ampliamente definidos en relación con la vivienda (RAE, 2021).
3 Si bien la ENVI parte de la definición de ‘hogar’ como “Conjunto formado por una o más personas, unidas o no por lazos de parentesco, que residen habitualmente en la misma vivienda particular y se sostienen de un mismo gasto para la alimentación”, es un término que tiene diversas acepciones. Considero que al utilizar un término así se crean ambigüedades, y no resulta ser lo más conveniente para utilizarlo como indicador. Y que, a pesar de usar la acepción de hogar-familia, pareciera que en algunas ocasiones se cambia al término hogar-domicilio, y eso aumenta la ambigüedad.
4 Varios de estos estudios se pueden encontrar en Fidel, C. y Romero, G. (2017). Producción de vivienda y desarrollo urbano sustentable. Ediciones del CCC Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1239&pageNum_rs_libros=1&totalRows_rs_libros=1178
5 La tipología de la arquitectura moderna está representada, en parte, por el Movimiento Nacionalista y sus corrientes neomaya con alegorías indigenistas, y el neocolonial con alegorías a la arquitectura virreinal española, de las haciendas, y a las misiones californianas. Y, por otra, por el Movimiento Moderno Internacional, que propone un cambio en la estética, desde el art déco, el art nouveau y el funcional racionalista, con su eclecticismo contemporáneo, de construcciones agregadas por densificaciones durante la segunda mitad del siglo XX.
Referencias
Comisión Nacional de Vivienda (2010). Código de Edificación de Vivienda (Segunda Edición). https://www.gob.mx/cms/uploads/ attachment/file/85460/Codigo_de_Edificacion_de_Vivienda.pdf
De la Torre, I. (Coord.). (2019). Desafíos de la arquitectura en el siglo XXI. Universidad de Guanajuato.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2021). Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020. https://www.inegi.org.mx/ programas/envi/2020/
Organización Mundial de la Salud (2018). WHO Housing and Health Guidelines. https://apps.who.int/iris/bitstream/ handle/10665/279743/WHO-CED-PHE-18.10-spa.pdf
Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (2019). Elementos de una vivienda adecuada. https://onuhabitat. org.mx/index.php/elementos-de-una-vivienda-adecuada)
Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos/Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores/ Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (2018). Vivienda y ODS en México. https://www.onu.org.mx/wp-content/ uploads/2019/04/VIVIENDA_Y_ODS.pdf
Real Academia Española (2021). Hogar. En Diccionario de la Lengua Española. Recuperado el 13 de octubre de 2021, de https://dle.rae.es/hogar
Torres Pérez, M. E. (2014). Cómo evaluar la vivienda construida en serie. UADY-Conavi-Conacyt-Plaza y Valdez.
Torres Pérez, M. E. (2020). Evaluación de las condiciones urbanas y arquitectónicas y su impacto en la habitabilidad de los conjuntos de vivienda construida en serie en México. Caso Mérida, Yucatán,